ra, la gente, que antes se escondía tras sus puertas, ahora salía a la calle, ha
ía comenzado
stía que lo llamaran, se convirtió en una pre
ndole libros sobre historia y tauromaquia, contándole
, ya más recuperado, lo escuchaba con atención. "No solo era valien
mo fuego que había visto en su padre, pero también una tristeza
r los terrenos de la pequeña gan
pa, Sofía", le dijo, su voz suave pero firme. "Es esta
ió, sin sab
arga", continuó él. "Y tú has cargado c
vo en pie, no como un regalo, sino como una sociedad, una forma de h
da de esperanza, la oscuridad que la había envuelto come
el pasado aún no se habí
unque ahora sin su líder, seguían en el pueblo, la mi
uno de ellos, un hombre corpulent
iento apestaba a alcohol. "Pero la suerte
ajó la mirada, la mujer que se acobar
ía y cortante. "O haré que te arrepientas d
dacia, balbuceó una amenaza y se
do, pero la maldad seguía al acecho, tendría que ser fuerte, no solo por
con honor, de no rendirse ante la injusticia, de ser tan v
ez, se sintió c