aba: Mateo, mi prometido y un torero famoso, no respondía, y l
ante, Mateo irrumpió en casa, ignorando mi avanzado estado y obligándome a ir a la Plaza de Tor
entí un dolor agudo y terrible: el bebé se venía, pero Mateo, con ojos de acero,
ticias mostraban a Mateo y a Isabella besándose; no solo h
un amigo incondicional, forjé una nueva identidad en un pueblo costero, l