Mendoza había gastado una fortuna, pero no le importaba, porque esta noche era la noche. Había pétalos de rosa sobre el mantel blanco, violini
levantar su imperio de cosméticos desde cero, siendo su roca, su apoyo incondicional. Él había sido el motor silencioso detrás de su éxito, manejando
ndo sus caderas, con un vestido rojo tan ajustado que todos
ue apenas lo rozó. Se sentó y miró alrededor con una mueca de a
osismo aumentando. "Quería
no y poniéndolo sobre la mesa. Empezó a teclea
a a la pantalla. Los violinistas empezaron la canción que él había pedido, su canci
o, su voz un p
Mmm
lgo que d
ono y lo miró con impaciencia. "Habla, R
lló, el movimiento torpe y ensayado. Sacó la cajita de terciopelo y la abri
tado juntos diez años. Te he visto convertirte en la mujer increíble
rrodillado en el suelo, y una expresión de puro desdén cru
fría como el hielo. "Estás hacien
ralizado. "Pe
viviendo esta vida aburrida? ¿Para que me sigas a todas partes como un perrito faldero?
ntamente, guardando el anillo en su bolsillo. La gente a
e la mesa. Ella lo tomó y contestó, su voz camb
No, nada importante, solo una cena aburrida.
o como si nada. "
, aunque ya sabía la respuesta
, pero lo superarás. Siempre lo haces" . Se inclinó y le susurró al oído, su aliento olía a vino caro. "A
y se dio la vu
ó él, desesperado, intent
nte. "No me toques. Ya
n amigo le envió un mensaje de texto en ese momento: "¿Qué pasó? ¿Dónde está Sofia?" . La pregunta lo sacó de su trance. Tenía que saber. Tenía que ver con sus