, un espejo barato con una pequeña mancha negra en una esquina. La mujer que le devolvía la mirada parecía una extraña. Tenía los ojos hundidos, la piel pálida, y una delgadez que no era saludable
yado. La esperanza de pasar unas horas con su hija era un motor tan potente que ahogaba el zumbido constante de ansiedad en su cabeza. Era una esperanza mezclada con un terror p
entana golpeó el espejo y por un instante, el rec
os, el grito ahogado de Ricardo a su lado, y luego el impacto. Recordaba fragmentos, como cristales rotos delor sordo que le borraba los pensamientos. Ricardo estaba de pie ju
campaña publicitaria? No, no podemos
ero. Más tarde, un doctor con cara de lástima le explicó todo. Amnesia parcial para ella. Una lesión en
ción". Una mancha en su vida p
diferencia con la que se habla del clima. "Mi imagen... la empresa... Es demas
como un paquete a su "amiga" de la infancia, una m
ahora. Se aplicó un poco de labial, un toque de color en su rostro pálido. Era su armadu
, sentía que el aire se volvía más pesado, más difícil de respirar. La casa era una fortaleza de pie
una de las empleadas
e conjunto blanco, el cabello perfectamente peinado, u
deje de burla. "Pasa. Ricardo está en una
ar rozándola. El perfume caro de Valentina la envolvió,
caminando delante de ella con un contoneo e
ño y sus obras de arte abstractas. Todo en esa casa gritaba riquez
. Su pequeña hija de cinco años estaba sentada en el césped, junto a un charco de lod
queó la lengua
Es terca como una mula," dijo en voz alt
flor que crecía entre la hierba. Sofía sintió una punzada de dolor tan int
susurró Sofía, ac
. Por un segundo, sus oj
lló a su lado, sin importarle manchar su vestido de seda. Que
es hambre?" preguntó suaveme
arla, la mano de Valentina se
"La vas a alterar. El terapeuta dijo que necesita una ru
excusa del "terapeuta" era el arma favorita de Valentina, u
o abrazarla
, su voz falsamente dulce de nuevo. "Ahora, si nos discu
través del ventanal del despacho, de espaldas a ellas, gesticulando mi
speración rompiendo su fac
movimiento vago y displicente, sin siquie
ó, una sonrisa
, agarrando a la niña
e dolor. "No, mami," lloriqueó,
za, arrastrándola hacia la casa. "Y
ó, dejándola sola en el jardín perfecto, con el olor de las flores y el eco del llanto de Luna resonando
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