é de golpe todas las veces que había sonado ese teléfono "del trabajo" y Mateo se había apartado
cial, Sofía, necesita a
tonta,
u rostro una máscara de preocupación por mi repentino m
. Seguramente es de la
ro una nueva determinación lo superó. No iba a quedarme aquí, llorando mi desgracia. Necesitaba verlo, n
del estudio, conteniendo la respiración. Lo escuché hablar en voz
ño malestar, es normal en su estado... Pronto, mi amor, muy pronto nuestros
r sí solos. Me subí al coche y esperé. A los pocos minutos, la puerta principal se
seg
lante con tanta fuerza que mis nudillos estaban blancos. Condujo hacia una de las zonas m
a señora Domínguez, una vieja amiga de su familia, acercarse a él
s, Mateo. Siempre ta
el perfecto retrato de la decencia.
de la calle, con una vista perfecta de la
bel
Llevaba un vestido ceñido que no dejaba lugar a dudas sobre su avanzado embarazo, tan avanzado como el mío. Se sentó fre
atrás, escondiéndome, per
illa. Vi cómo él se inclinaba para besar su
ire de la tarde. "Mi abuelo está encantado. Una vez que los bebés nazcan y los presentemos
preguntó Isabella, con un
uando llegue el momento, la convenceré de un parto prematuro. Coordinaremos todo. Tus hijos nace
antes eran un halago ahora sonaban
a. Recordé sus juramentos de amor eterno en el altar, sus promesas susurradas en la noche. Todo mentira. U
as de rabia y humillación. Me
la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos a travé
una s
deliberada. Una sonrisa que d
una furia helada. Ya no había vuelta atrás. Esta guerra acababa de empezar,