calmar el temblor de mis manos. Sostenía el resultado del ultrasonido, dos pequeñas
me
cabeza, una melodía tan
ue no le había visto en años. Me levantó en brazos, girando conmigo en m
mbre más feliz del mundo! ¡Dos a la v
, cuando él llegaba tarde de la "oficina". Todo parecía perfecto, una vida de telenovela. Éramos la pareja envidiada, e
o, su teléfono vibró en la mesita de noche. Normalmente, nunca lo tocaría, respetaba su privacidad co
le corazón acompaña
el corazón latiéndome en la garganta, tomé el teléfono. Sus dedos no lo
el
do se vi
ecografía. Fechada de hacía solo dos días. Claramente se veían dos sacos gesta
eremos una familia y toda la fortuna será nuestra. Sofía n
a de Isabel
aba y me decía lo feliz que estaba por mi embarazo. La que, al
gritar. El teléfono se resbaló de mis dedos sudorosos y cayó sobre la a
urmurando algo en sueños. Pr
su juego macabro por una herencia. Mis "gemelos" no eran míos, eran de ella. Y
a la clínica que aparecía en la esquina de la ecografía de Isabella, u
ra confirmar mi cita de segu
bilidad. "La esperamos el próximo martes a las 10 a.m. para
rmación fue como
favoritas. Su sonrisa era la de un actor consumado. Me abrazó, besó m
a emoción falsa. "Mi abuelo está fascinado con la noticia. Ha dicho que sus herederos
era un recordatorio de su traición. Lo miré, tratando de encontrar al hombre del que
zca de esperanza, le pre
el doctor se equivocó?
n de segundo. Sus ojos se oscurecie
. "El doctor fue muy claro, son gemelos. Dos campeones. No pienses
ntí un calambre agudo en el vientre, un dolor tan real que me dobló. El estr
era el tono habitual, era una melodía específica, una canción de bachata que Isabella y yo
o especial
pítulo de esta pesadilla e