s propios pensamientos, llenos de deudas y desesperación. Llevaba un vestido rojo que no era mío, un préstamo para una noche en la que yo también era un objeto prestado, mi sonrisa era tan falsa com
fuerte, casi doloroso, sus dedos se clavaban en mi
e dulce, derramando deliberadamente su copa de vino tinto sobre el borde de
mejillas arder, pero mantuve la compostura, era una experta en tragarme
ndome para limpiar el desastre con una serville
él, su voz era un látigo, "
io corazón, un tambor furioso en mis oídos, levantar la vista era un riesgo, pero lo hice, necesitaba ver s
onces
mismo, pero su mirada ya no era la del joven que me había prometido amor eterno en un parque barato, ahora era la mirada de un extraño, fría y distante, nue
, no era lástim
n brindis silencioso hacia mí, hacia mi humillación, hacia la mujer ar
en la cárcel por un crimen que no cometió, mi padre ahogado en deudas con la gente equivocada, y yo... yo había dejado de ser Esm
no caliente, me levanté lentamente, ignorando la mancha en mi vestido, miré a Ricardo di
mi voz era baja pero firme, "tendr
tes de que pudiera reaccionar, vertí el líquido dorado sobre la manc
ba ligeramente, pero no por miedo, sino por la
e, un recuerdo de un día soleado en ese mismo parque donde Diego y yo solíamos encontrarnos, él me había regalado una pequeña margar
te pise," me había di
erdo y la realidad fue tan brutal que sentí un dolor físico en el pecho, un vacío que ninguna cantidad de orgullo o desafío podía llena