esonando en el suelo de mármol. Ignoró a todos los demás, sus ojos oscuros fijos en mí
mbalear hacia atrás, y caí al suelo, mi mejilla ardiendo de dolor y humillación. Un grito colectivo
do hacia él y abrazándolo, sus lág
tector, sin apartar su mirada ase
humillar a tu prima de esta manera! ¡Cómo te atreves a acusarla de un cr
centímetros del mío, su
dón a Isabe
a y del dolor punzante en mi mejilla. La humillación pública, el dolor físico, el f
desafío. "¡Ella es la que cometió el crimen! ¡Y tú! ¡Tú te
vo. "Ella es mi hija. Un pequeño error juvenil no es motivo para en
r amable y gentil que él siempre había d
re la has odiado porque ella era la Reina y tu esposa solo la duquesa! ¡Siempre has envidiado a mi padre! ¡Y sie
azo. Su rostro se oscureció aún más, su
lo habían seguido al salón. "¡Esta fiesta ha terminado! ¡Ya que la princesa parec
y rasgar los tapices. Los invitados gritaban y corrían para ponerse a salvo, tropezando con los restos de l
a, llevándola a un rincón seguro, lan
propio tío. El poder que había sentido momentos antes se evaporó, reemplazado por una sensación de impot
uinas, Ricardo se acercó a mí de nuevo. Su v
lpes de rodillas con Isabella", ordenó. "Y te lo advierto,
n ruinas, dejando a Alonso y a mí atrás. Me quedé sola, rodeada por la de
de perder la guerra. Justo cuando la desesperación amenazaba con
¿Qué sign
, con una expresión de ira gélida en su