a en este mundo, una sonrisa torcida y llena de un triunfo venenoso. A su lado, Alonso, el hombre que había sido mi prometido, la miraba con una devoción que nunca me hab
la vida escapándose de mi c
muy cerca del mío, su alient
ido mío, Sofía. El título, la riqueza, el amor del R
bía tratado como una hermana, y mi prometido, a quien le había entregado mi corazón, me habían destruido. La
rito ahogado esc
mi cama, en mi propia habitación del palacio, el sol de la tarde entrando por la ventana. Mi piel es
pero vivas. Me toqué el cuel
pregunté en voz alt
El odio que sentía por Isabella y Alonso ardía en mi pecho con u
yo, pero más joven, con la inocencia aún brillando en mis ojos, una inocencia que había sido
todo comenzó a
e Isabella. Recordé cómo Alonso se fue distanciando poco a poco, cómo mi tío Ricardo, el padre de Isabella, comenzó a acumular poder a mis espaldas
nrisa fría curvando mis labios. "He vuelt
la puerta me sacó
para el banquete de su cumpleaños
rimer gran acto de humillación
galado, un símbolo de mi estatus como heredera. En mi ingenuidad, no le di importancia, pensando que era
habría lugar
ordené, mi voz firme y decidida. "Y trae
caminé hacia el gran salón. El murmullo de los nobles se detuvo cuando entré, sus cabezas in
orte. Y en su pecho, brillando con arrogancia bajo la luz de los candelab
nso le sonreía
ituación. Esta vez, caminé directamente hacia ella, mi paso resonando e
l hielo. Isabella pareció sorprendida por mi r
sonando en todo el salón. "¿Puedes explicarme
el broche en su pecho y luego a mí,
do. Se veía tan hermoso con mi ves
o es un simple adorno, Isabella. Es un regalo del Rey a su heredera. Es un s
murmurar, sus miradas pasando de la conmoción a la desaprobación. La humillación públic
mentiras pieza por pieza, y me aseguraría de que todos