áximo, el magnate que sané con mi devoción. Llevábamos cinco años ju
o fui un reemplazo. La vi sonreír, el tatuaje de mariposa en su tobillo un espejo del suyo,
er de alegría, se volvió una carga cuando escuché sus pensamientos y vi su mano en el tobillo de Yolanda, bajo la mesa e
un amor a medias, un 59%, sería suficiente cu
quel destino cruel. "Abandona este mundo, Lina", me dijo. Y
o estaba en el fondo del mar, sino en mi propia cama, antes del accidente que me dejó sin mi bai
ías, solo dos almas con una nueva o