, cada ráfaga de viento era un golpe. Llevaba ocho años casada con Máximo Castillo,
re enferma y crie a nuestro hijo Leo, sino que gestioné las finanzas de la bodega en sus inicios. Y lo más importante, le di el
a el mundo, y para él mism
año en la bodega. Pero yo no estaba allí. Estaba buscando a mi hijo.
úmero. No contestaba. La ansiedad se mezclaba con el
me golpeó. En el centro de todo, bajo las luces, estaba mi familia. Máximo, con
me mirab
optaron y siempre prefirieron. La que ahora sostenía
uela. Una variación,
zón se
i cómo se iluminaba con mi llamada y cómo él, con una mi
o si estuviera viendo una pelí
i cuerpo temblaba por
, quebrada. "¿Dónde estaba L
a se borró al verme.
aquí así? Estás mo
taba bien. No le imp
, como mi prima, me miró con desaprobación. "Lina, por favo
ó. Mi búsqueda desesperada,
o Leo, me miró con los ojos llen
vocecita una acusación. "H
ón de víctima perfecta en su rostro. Se aferraba
años de sacrificios, de amor no correspon
amilia. Una intrusa en la vida