to, atento a cada una de mis necesidades, especialmente con el embarazo. Su gentileza era un bálsamo para la herida
az era un
ueblo. Gritos de terror reemplazaron el suave murmullo de
, Lina! ¡Qu
que conocía, mis manos protegiendo instintivamente mi vientre. El caos afuera era un infierno de violencia.
desgarrador me atravesó. Caí al suelo, un grito ahogado escapand
nchado y a mí, temblando, rota. Me levantó
¡No, n
blo. No hubo supervivientes. Los sicarios, bajo la excus
migo, me sostuvo mientras yo gritaba mi
ina. Te lo juro por nuestro hijo perdi
queño grupo rival. Los eliminó sin piedad. Me trajo la noticia como una ofrenda, esperando que me traj