de una pesadilla: mi suegra Soledad, con una veladora encendida, inten
ta misma superstición
no lo pe
no era nada comparado con el horr
o con insultos y la llegada de mi esposo Máximo, qu
me sometería a sus locuras, y que mi
es que no soy la Luc
sta vez, mi bebé y yo sobreviviríam
staba a punto