. La lluvia caía a cántaros, golpeando con fuerza el techo del viejo refugio d
su reloj con nerviosismo. Su cara reflejaba la ansiedad que todos sentíamos. P
azos, bloqueando la salida. Su mirad
amos sin
a terca,
Lucía. "Se fue hace una hora a busc
, la defendió él. "Es
turo?", saltó otro compañero, c
ue al infierno. Grité, discutí, y al final, convencí a lo
empo, sí. Per
virtió en una sucesión de trabajos mal pagados. Años después, murió en un ac
e esperó en lo alto de la Giralda. Sus ojos estaban llenos de un odio que no comprendí ha
y la misma tensión en el aire, sentí un frío helador. La memo
no iba a comete
ateo. Puse una mano en su braz
La amistad e
elto loca. Lucía abrió la boca para pr
os a Valer
nrisa de triunfo se dibujó en su rostro. "Sabía
na de lluvia. Se detuvo un instante en la parada, esperando. Luego, con un
ó en el claro, empapada y sonriente,
é!", gritó,
ió fue más ruidoso q