ado, dejando un eco de risas y el aroma a cera de vela en mi ca
ara abrir un pequeño restaurante con las recetas de mi abuela. Él se rió, condescendie
a Sofía. Cuando en el aeropuerto, Javier me acusó falsamente de esconder el pasaporte de Tiago, me empujó con ta
eciada y finalmente agredida por aquellos a quienes lo di todo? ¿Cómo ha
echo cenizas, algo dentro de mí murió, y algo más, feroz y decidido