en el arcén polvoriento de una carrete
se abrió con un
s me empuj
a, mis manos desnudas se rasp
ó, dejándome en una nube de polvo y el
, arrodillada
quemaba
jirones. La tela roja, antes vibrante, ahora era un trapo sucio y desgarrado que apen
olor de las piedras, ni
vacío
n Mercedes negro, s
ro, normalmente impasible, mostró una sombra de sorpresa. No dijo nada. Sol
e con cuidado, como
el asiento tra
el aire acondiciona
a mí. Mi hermanastro. El heredero d
aba fija en la tableta q
n una sola arruga. Olía a una
, solo roto por el su
abló, sin lev
e van a dar un f
ra fría,
erte arreglado un poco antes de aparecer
se encontraron con los suyos por un ins
z era un hilo ronco, casi i
sonido de pu
ven de nada ahora. El
tableta, descartán
e Javier contra mi pecho. El olor de su colonia
visor. Su mirada era una mezcla de lásti
ndome de vuelta a la mansión que
Mateo estaba
por mi
ue había
mis secuestradores me
decían entre risas. "Dice que 400.000 euro
e una lección. Que apre
había ap
capricho. Mi superviven
podía susurrar una y ot
sien