entregué cada céntimo de mi sueldo a Mateo para que
endo que por fin mi amor y paciencia habían dado sus f
ando que era "un gasto innecesario", solo para regalarlo después
trozó a mi abuelo, su corazón no lo soportó, y de rep
robó, pero Mateo me humilló públicamente, ordenando a seguridad
dinero, no solo abandonarme y robarme todo, sino reírse en mi cara
ntes de escapar de mi infierno, debía pasar una última vez por nuestro ant