. Cada obra maestra que creaba, cada pincelada nacida de mi alma, era firmada por Isabella, la aclamada artista, mien
bía empeorado críticamente. Necesitaba un trasplante experimental, una sum
lo descubrió. En un ataque de celos y rabia, no solo rasgó mi lienzo con un cúter, sino que en la lucha, aplastó m
o, mi espíritu tan destrozado como mi mano. ¿Cómo se podía robar tanto, humillar tanto, dest
: la traición de Isabella, mi cautiverio, la destrucción de mi arte y la complicidad de Alejandro. Era mi última obra, mi testamento, a