aciones: tacones rápidos, teclados sonando al unísono, voces en tono bajo hablando de estrategias, inversiones y reuniones. Para Elías, era como ent
a imperfección pudiera desatar un colapso. Desde su pequeño escritorio, instalado justo afuera del despacho de Alexan
ra la e
gárselo. Había algo en Alexander Devereux que le helaba la piel. No era simplemente su tono de voz o la frialdad con la que
Elías no lo
uel rostro... no
jo, leído sobre sus inversiones en Asia, su agresiva estrategia para desbancar a sus competidores, su fama de ser despi
que lo relacionara con su pasado. Alexander Devereux era
uera a tragar? -preguntó Amelia, al pasar jun
ió, sin mu
ruinar nada. Todaví
a-. Alexander tiene la paciencia de
me, dejando tras de sí
xan
un compañero con ese nombre, cuando era más joven... o al menos eso creía. Era una idea difusa, una sombra en la memoria. Pero cuando intent
os donde no los había. O tal vez su nueva vida, tan distinta de la que había ll
e había aprendid
dos se habían desvanecido con los años, sepultados bajo la urgencia de sobrevivir. Era posible que entre esos recuerdos estuviera ese supuesto
z grave, cortante como un bisturí
la oficina con el corazón acelerado. Cada vez que Alexander lo
que suavizaba las líneas severas del mobiliario. Alexander lo
de enviarlo al com
gí algunos errores de formato y val
. Se giró lentamente,
nte seguro de que n
respondió E
en silencio. Un se
informe sobre el escritorio-. Mejor que el
ra vez que l
ino porque durante ese par de segundos en los que Alexander lo miró directamente, sintió otr
a decir, con una sonrisa que le sa
der no
us ojos. Una sombra de algo q
arse -ordenó
d. Le temblaban un poco los dedos. No era normal sentirse así después de una reunión de ru
con él?, pens
que hay algo q
para interrogantes sin respuesta. Tenía trabajo que
ereux era su
más en l
n la cima de
a la que debía servir
r otra daga en el corazón de aqu
ba marcharse con una mezcla de deseo