reux con tonos fríos, apenas interrumpidos por el resplandor azul que entraba por los ventanales. El bullicio d
jos por un instante. Afuera, el día apenas comenzab
l
sa mañana con nerviosismo, con
lías
tre dientes, mientras se pasaba una man
elena, el colegio privado donde ambos habían coincidido años atrás. Elías había cambiado de apellido tras la muerte d
to. Trabajando a escasos metros de él.
endo no
ales. Las risas lejanas de los otros estudiantes. Y ellos dos, de pie frente al aula de literatura
bién lo juro -había dicho Elías, sonriendo
Alexander, con la voz rota y el
iguiente, Elí
s. Sin de
más hubies
io, presionó a su propio padre para obtener información. Nadie supo decirle nada. Nadie parecía im
a ah
ventana como si Elías fuera una estrella dis
construido su imperio sobre una montaña de hielo, alejando cualquier emoción que pudiera hacerlo vulnerable
omo si no l
d no lo r
? ¿Para evitar revivir algo que él s
. Abrió un cajón que casi nunca tocaba. Dentro, guardado entre viejos pape
rtes. La caligrafía joven, alg
a verme, no me dejes
ero del colegio, justo antes de desaparecer. Alexander la encontró horas después, empapada por l
a ah
si fuera un objeto peligroso. Porque lo era. Elías era peligroso. No como am
a, pero sus ojos no lo leían. Seguía viendo a ese chico de mirada intensa, con la
zones más frías de las que los demás soportarían. Había cerrado empresas enteras por un erro
chacho podía d
ando notas, preparando reunio
e no verlo.
en la puerta lo
retomando su
ía una carpeta entre las m
La primera reunión con el consorcio australiano está confirmada. Reagendé la videollamad
Verlo tan profesional, tan distante. ¿De verd
el único que n
-respondió finalmente-. Y hágame u
s documentos con cuidado y
aré,
xander notó algo. Algo míni
y por un instante, muy b
ncierto. Como si hubiera visto algo en su
murmurado una verdad que su memo
se cerró s
se quedó
as audible-. Aún no sabes de
momento
o iba a se
tenía vue