furioso de la habitación y se internó
tura lateral, dejando que la tela besara su muslo, y luego el izquierdo, hasta que la cintura quedó perfectamente ceñida al corsé. Con delicadeza, elevó el vestido, acomodó el escote corazón que realzaba cada curva sin ocultar nada, y observó c
situación, cuando la puerta se abrió de golpe, sobresaltándola. Con temor, esperó no encontrarse con su hermano, pero tras el um
ayuda con el catering. Están organizando todo a m
nura y cortesía de su hermana. ¿Cómo pod
dió acompañada
precisas sobre el menú y compartió sus temores; Isabella la tr
banquete dispuesto para más de quin
ermano -empezó Isa
licó Vivian con naturalidad, y un escalofrío recorrió a Isabella al record
ron y Viv
ar si en la cocin
en un par de pasillos, encontró una puerta entreabierta y dos voces re
un ejército -dijo Alexander, grave-. ¿Ahora
seca re
m me envió a su hermana como parte del trato... -la voz de Hunter sonó helada-. Esta noche, tras
edió, con el co
os -ordenó Hunter-
de eso -dijo un
garé e
s, la voz profun
que buscas pa
nsión. Finalment
z de sanarlo todo, salvo la vejez. Si me
correr, el miedo estrujándole el pecho; al notar el ruido de s
eve destello de satén rojo al fondo y, guiado por un tenue aroma a rosa
ordinarios, cabello negro azabache... Hoy me topé con Hunter Lancaster, y sus rasgos guardan tanta semejanza
ucó contra la pue
ma, porque acabo de enterarme de un complot para asesinar a todos aq
co la a
taría una batalla y morirían muchos hombres. ¿Tú podrías sob
eraba aquel
No planeaba dejarte sola con esto. Si decides huir, mi cam
un completo desconocido, pero la malda
res golpes suaves: eso será tu "sí"
dos contra la madera y, con el
Alexander sonrió ladeado y, al sentirla t
rdad? -murmuró, envolviéndola con su presencia. Cada vez que l
vista de sus ojos-. Tengo todo lo que el dinero puede comprar. Aunque
ieron de sonrojo. Alexander, diver
nte: no se lo d
aré -sus
ó él, acariciando con ternura su coro
n su rostro, y él solt
pareces en media hora, enten
dín vio a sus hombres formados a diez metros de la camioneta. Un murmullo de pisadas la obligó a r
er, cargándola sobre su hombro mientras ella pataleaba