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Historia

Capítulo 2 Princesa Isabella

Palabras:1072    |    Actualizado en: 14/05/2025

furioso de la habitación y se internó

tura lateral, dejando que la tela besara su muslo, y luego el izquierdo, hasta que la cintura quedó perfectamente ceñida al corsé. Con delicadeza, elevó el vestido, acomodó el escote corazón que realzaba cada curva sin ocultar nada, y observó c

situación, cuando la puerta se abrió de golpe, sobresaltándola. Con temor, esperó no encontrarse con su hermano, pero tras el um

ayuda con el catering. Están organizando todo a m

nura y cortesía de su hermana. ¿Cómo pod

dió acompañada

precisas sobre el menú y compartió sus temores; Isabella la tr

banquete dispuesto para más de quin

ermano -empezó Isa

licó Vivian con naturalidad, y un escalofrío recorrió a Isabella al record

ron y Viv

ar si en la cocin

en un par de pasillos, encontró una puerta entreabierta y dos voces re

un ejército -dijo Alexander, grave-. ¿Ahora

seca re

m me envió a su hermana como parte del trato... -la voz de Hunter sonó helada-. Esta noche, tras

edió, con el co

os -ordenó Hunter-

de eso -dijo un

garé e

s, la voz profun

que buscas pa

nsión. Finalment

z de sanarlo todo, salvo la vejez. Si me

correr, el miedo estrujándole el pecho; al notar el ruido de s

eve destello de satén rojo al fondo y, guiado por un tenue aroma a rosa

ordinarios, cabello negro azabache... Hoy me topé con Hunter Lancaster, y sus rasgos guardan tanta semejanza

ucó contra la pue

ma, porque acabo de enterarme de un complot para asesinar a todos aq

co la a

taría una batalla y morirían muchos hombres. ¿Tú podrías sob

eraba aquel

No planeaba dejarte sola con esto. Si decides huir, mi cam

un completo desconocido, pero la malda

res golpes suaves: eso será tu "sí"

dos contra la madera y, con el

Alexander sonrió ladeado y, al sentirla t

rdad? -murmuró, envolviéndola con su presencia. Cada vez que l

vista de sus ojos-. Tengo todo lo que el dinero puede comprar. Aunque

ieron de sonrojo. Alexander, diver

nte: no se lo d

aré -sus

ó él, acariciando con ternura su coro

n su rostro, y él solt

pareces en media hora, enten

dín vio a sus hombres formados a diez metros de la camioneta. Un murmullo de pisadas la obligó a r

er, cargándola sobre su hombro mientras ella pataleaba

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