ía dormido en
que rugía en su interior. Sus pensamientos no dejaban de girar en torno a la propuesta de Eduardo Moura. Un ofrecimiento que la atrapaba como un
bio, tendrás todo lo qu
por la miseria, la torturaba. ¿A qué precio? ¿Qué tipo de juego estaba dis
desesperación empezaba a invadirla, no podía esperar más. Su hermano la necesitaba, y su madre, agotada por las no
Beatriz tom
lo que estaba por venir. Cuando salió a la calle, el aire fresco de la mañana parecía darle un último respiro de calma antes de lo que se avecina
ella. La casona estaba silenciosa, como si la espera de su presencia la hubiese detenido en el tiempo. Los jardines bien cuidados, los
ncipal. Su mano tembló ligeramente, pero se armó de valor. Un mayordomo alto y de rostro severo
sin dar tiempo a que Be
a -respondió ella, tratando de mantener la calma, a
si la estuviera evaluando, y finalmente, con
gue
a su alrededor brillaba con opulencia, desde las lámparas de cristal hasta las alfombras de seda. Cada paso que daba sobr
la propiedad. La luz del sol entraba de manera que parecía iluminar el rostro de Eduardo
ada era tan fría, tan calculadora, que hizo que sus nervios se dispararan. Él dejó los p
ostrar ningún atisbo de amabilidad-. ¿Tienes
ta que, en sus entrañas, ya sabía que no podía rechazar. Había algo en la postura de Eduardo, algo en su pre
l de Beatriz, pero sin llegar a tocarla. Sus ojos, grises y
iguiente, Beatriz
pie mis zapatos. Quiero que seas mis ojos y oídos aquí, en esta casa. Este lugar está lleno de secretos que la gente de
bien o si su mente la estaba traicionando. ¿Espiar? ¿Ser sus ojos en un
guntó Beatriz, la voz más firme
de cortesía, sino una sonrisa q
ro, medicamentos para tu hermano, seguridad para tu m
ar en él? No. Nadie podía confiar en alguien como él. Pero su hermano... la vida que había soñado para s
de su alma. No era una victoria, ni una decisión
aunque dudó por un segundo, la estrec
No olvides que en este lugar, las reglas las
ión, consciente de que el precio por su libertad y la de