a pequeña habita
el olor a madera vieja y cera de velas. Afuera, los pasos de la señora Mou
eatriz martilla
¿Salir corriendo? ¿Buscar a su ma
. La débil luz del pasillo dibujó la silueta de Edua
denó en
n paso atrás,
adió él, como leyendo su
última palabra hizo que a B
trastando brutalmente con sus harapos. Tenía un aura peligrosa, casi insolente, como alguien que sie
llamas?
a d
iz -su
sa curvó los la
bando el sonido en su boca-
los amos, era conocida. Su madre remendaba los vestidos de las dam
a abajo, como evaluando
o por venir aquí? -pregu
tragó
No quería que ese joven arrogant
mano... está enfermo -murmur
uardo. Sus labios se fruncieron, como si aquella palabra -en
dijo, cruzando los brazos-. Pod
s temblarle. Dio un paso
alzó una mano
tono suavizándose apen
a cabeza, d
dición? -
lenta y peligrosa que debía
aja p
-parpadeó,
lguien discreto. -Sus ojos brillaron-. Te pagaré. Mejor que lo que gan
boca, pero no e
de oportunidad. Y, sin embargo, el rostro febril de Tomás surgió ante su
o un paso
iz. Las oportunidades
te, Beatriz ent
estaba a punto de c
manera que ella todavía no podía comprender... p