ntuvo la r
sillo se acercaban
ahí, todo su pla
Acosta tenía un ventanal enorme que daba a la ciudad,
rta entreabierta al f
ó adentro justo cuando la puerta
endija, observó cóm
ra A
ardia de
on una linterna, re
illar en el pecho. Si él se ac
el lugar con la luz. Cuando iluminó el
tro se
adio de s
a oficina del señor Acosta.
stático preced
a algu
puerta no estaba
ahí. Voy
dic
alir antes de que l
ios, evaluando
a correr, l
a quieta, la
aba una dis
y vio la solución. U
a y, con cuidado,
o tendría una
precisión, golpeó el espej
n mil pedazos con u
el guardia, giran
provechó
el guardia pudiera reaccionar, le propinó un
gruñó y se
no perdi
l pasillo y tomó el primer acce
uctura metálica mientras bajab
quier momento son
sí
agudo invadi
erse entre los empleados de limpieza y los poco
ionamiento, su adrena
basurero, tratando de deshacerse de
hacia la salida, como si
furia, pero su rostro
la d
sosp
distancia, dejó escapar el air
lograd
ro problema no
Fernando Acosta estuvo in
a creído que su hija estab
Acosta también había
dero villano de la hist
or a
estado involu
revolvió
confiar
tod
ía una c
costa tení
tenía el arm
computadora y descargó los archivos que había copiado e
Confirmación del pago por el se
era breve,
lo acordado. Nos aseguramos de qu
lia se crisparon
irmaba que Acosta había
alguien debía habe
ui
¿O alguien más dent
riptado, pero ella conocía a algui
éfono y mar
o en cuanto la persona
ecta. ¿De qué se
strear. Necesito saber quién l
tomará
listas negras, tra
la voz con diversión-. Envíam
gó y envió
os, sintiendo su
teléfono vibró
ta interna de Montalvo Corp. Y el des
intió un
re que le ha
ndo se
odía
é
centro de la ciudad, Ferna
ó a mi oficina? -bramó,
us guardaespaldas-, pero dejaron la compu
pretó lo
estaba h
o estaba
su oficina, significab
-ordenó con voz gélida-.
ntieron y salie
r en su silla, con
r que su plan se
a tan cerca de des
tenía que