sible ver algo más allá de mis manos. Dí algunos pasos como pude e identifiqué al tacto la corteza de un árbol cer
a poder madrugar. Al día siguiente le había prometido mamá ayudar en la tienda para
momento había sido. Sólo se que abrí los oj
a caminar muchas horas para llegar al bosque del norte, el más cercano a mi zona, por lo que era casi imposible llega
damente dirigí mi atención a esa dirección, aunque no pude ver nada. Mi corazón com
mi mente, de las cuales muy pocas eran inofensivas. Tratando de giarme por el tacto para no chocar,
ir los ásperos mechones q
mencé a jadear por el terror que me invadía y me arrastré por el suelo para distanciarme de esa cosa que me acechaba. Ignoré los pinchazos de
terrada. Alcancé a escuchar como los gruñidos bajos se acercaban lentamente
uerpo. Me pegué lo más que pude al tronco que estaba detrás, impidiéndome el paso. Estaba acorralada. P
ilmente por un caballo. Pero los caballos no gruñían de esa forma, ¿verdad? Mis labios se separaron ligeramente cuando identifiqué sus ojo
r los barrios mediante susurros de miedo. Me había negado a particip
llegado a los b
carnívoros asesinos que desgarrarían mi garganta para luego darse un festín con mis entrañas. Sentí
brir los ojos que hasta ahora no sabía que había cerrado. Logré captar entre penumbras una silueta humana, justo donde habí
era autoritaria y muy fuerte, sólo comparable con escuchar un t
un hombre o una bestia. Su mano se apartó de mi cara
as figuras más entre algunos árboles. Trataba de identificar más, poder ver lo que me
ar un rostro humano. Sus ojos dorados me contemplaba
hizo que todo a nuestro
idad en esa dirección. Los temblores en mi cuerpo aún no se deten
etir aquel ser, sin da
e mí y también se desv
aba sola nuevamente. Me dispuse a irme de una vez por todas, pero mi cuerp
.
mi alrededor para identificar mi entorno, y gracias a la diosa Lino, me encontr
he, aunque los rayos del sol que se colaban por mi ventana me decían que era imposible que haya pasado realmente. Fue tan real las
do una pequeña tarta de manzana con un fósforo encendido. Su eno
mpleaños núm
mientras se sienta a mi lado y me ofrece lo qu
lo de siempre: salud para mi madre y no
mínimo de educación y que no faltara un pan en nuestra mesa. Estábamos muy lejos de ser acomodadas
con la admiración que me pr
s deja la pequeña tarta en mi mesita de noche-. No te
voy al baño para lavarme la cara y cepillar mi cabello, pero algo llamó poderosamente mi atención. Al meter la
e a mi cabeza, y esta vez, con prueba