oduc
uno crea sus propias reglas para ganar, así eso signifique pisar a los demás. Dónde cada uno se toma la "libert
.. La Dama y el peón... al final del jue
nza nuestra
es. No saldrá en las revistas y no le traerá buenas noticias a sus padres. Alexandra Burgoise ha quedado en segundo lugar. Elizabeth se muestra fría e indiferente ante su sufrimiento. Recuerda unas fuertes palabras, "el segundo en ganar es el primer perdedor". Todos le aplauden. Ella no sonríe. Tampoco ll
ién está a su lado tan rígido cómo una piedra. El auto va a una velocidad tan grande. Elizabeth piensa, imagina cómo sería poder abrir
. Más tarde voy a pedir donas relle
th no r
é se
eth se
edes acelerar el auto para presionarme y que lo
o. Esa noche no hubo donas para Lizzie. Sabía dónde tenía que dormir, en el sub sótano oculto de la casa. Daniel preocupado por Lizzie, sabía que llevaba seis días sin comer, solo tomando b
si bien esto era algo asqueroso, los dos hac
ra competencia. Tienes q
no quería llega
sma lo dijiste, que harías lo posib
ntra recostada en el suelo, apoyand
no fuéramos rivales. En otras circunsta
rmanos. Hasta que uno de
uer
bonito
durmió. En sus sueños podía rec
estaba muy dopada por la medicación, no sabía por dónde conducía, no veía nada. En un estacionamiento hizo una parada y durmió. Durmió profundamente. Horas y horas. No sabía que un hombre la vigilaba desde hacía ya rato. Se estacionó a su lado con su camioneta, tocó la corneta, se bajó del auto, tocó el vidrio de la señora Saoirse.
resados en los órganos de los niños, otros querían esclavos. Había llegado otro niño de siete años que se puso a jugar contra Anya. El tipo en cuestión (pues no se merece otra forma de llamarlo) era un obsesionado con el ajedrez. Era el señor Hamilton. Frustrado porque lo eliminaron de los campeonatos, vetado por drogarse para jugar. El señor Hamilton creyó ver una nueva luz. Si estos niños eran tan talentosos cómo él lo percibía, podría re
bre verdadero. Estaban obligados a llamar papá al señor Hamilton. Al principio ellos cedían en todo sin el menor reproche. Es
tiles de ajedrez. Entrenaban horas y horas. Le pidieron al señor Hamilton poder irse de la casa. Daniel e
ro posible en los juegos de ajedrez. Y solo ajedrez, no se vale dinero de vender chicles. Así que esfuércense. 3, cuándo todos tengan la mayo
pitieron y compitieron co
ona adolescente de ajedrez, una pequeña mujer
scente. Cada noche recuerda unas fuertes palabras del señ