a usando para empuñar las tijeras; fue el frío que le llegó a los huesos de golpe después de una oleada aca
ue causaría su muerte sería más para aquel que tuviera la desgracia de encontrar su cuerpo en el campo fuera del instituto, y siendo honestos, nadie lo encontraría como un suicidio, mucho menos un mensaje. Sería algún as
or cosas más interesantes que por ser el estudiante callado e
r los moretones de la paliza usual de la tarde. Las tijeras
a. ¿Sus matones habrían podido por fin romper algo y perforarlo, asesinarlo? No, eran
olor y odia
antiguo poste que el director no había considerado actualizar cuando las instalaciones se mejoraron. La luz, tan vieja, opaca y amarilla, a punto de desvanecer, era igual que la existencia de Damián y la única que merecía alumbrarlo, aunque sólo iluminara su camino
po, sus cosas, las tijeras y las lágrimas de in
por el aspecto de sí mismo, sino sólo dolor, y necesidad de que terminara. Meticulosamente terminaba de colocar las últimas gasas y cinta para piel en el ojo izquierdo, no por ser perfeccionista,
u baño «Así es como todos te miran» se rió apenas con u
tamento que se caía de a poco, de apenas doce metros cuadrados, demasiado frío en invierno y demasiado caluroso en verano, era tan desgastante como la carrera de tod
para alumbrar la cocineta y lo que apenas estaba dispuesto a comer. «Oblígate a comer» insistía, aunque doliera y no tuviera ganas. Hace mucho que había perdido más de cuatro kilos debajo del mínimo pa
al menos podía seguir usándolo, pero era un recordatorio de todos los días que él
después. Eso tampoco lo sabía, y
a helada. Seguramente era el balcón, que anhelaba tapar con las cortinas, pero la vista al cielo, diferente al del campo donde termina