as, no le importaba ni un poco, de hecho, no le estaba prestando atención a las llamas que salían de sus ojos en ese momento
s oscurecidos. Ya estaba harta del chico, no podía permitir más humillac
n de que nadie debía interrumpir. Táo, levanta la mirada y encuentra aquellos ojos verdes oscurecidos junto a una leve sonrisa maquiavélica y burlona. Su c
endrás que seguir viéndome y
con un ademán le sugiere al chico que vuelva a la cocina. El chico, sin med
¿por
timidar, claramente no logró y tampoco va a lograr con nosotros, así déjeme ser claro. -levanta su dedo demandante. - Usted no volverá a tratar mal a mi familia ni a este recinto, si pretende que nos subyuguemos ante usted y su comportamiento animal, lárguese de aquí. -mira la puerta y agita su mano. -El señor Hiroshi, ya nos habló de usted, pero claramente es peor en persona, porque la descripci
ergüenza pura y dura, siquiera pensar en atreverse a responder de manera ofensiva, ¿Por el trato con el señor Kobayashi? "Dios... dame paciencia, solo esta vez...", piensa, apretando sus dientes, dejando escapar con fuerza el aire de to
e al edificio
a or
e tranquilamente y arranca con la tem
a culpa por no saber quiénes eran esas personas, "Viejo decrépito, lo hiciste apropósito...", se carcajea pensando en el
eñ
¿
esta vez cerca de las residenci
obla a una esquina pa
su hija es un 5.0 con toda la exageración. Su padre, ya estaba lejos de todo aquello, recuperándose, pues aún la herida por el abandono de su esposa a él y a su hija seguía latente y necesitaba tiempo para reflexionar, por ello debía hacerse cargo de la mocosa y una de las primeras cosas que debía enseñarle a aquella niña malcriada sería a respetar y ser paciente, eso hace a un verdadero líder de la mafia poderoso y duradero, su impaciencia en algún pu
aci
lugar. Camina rápidamente hasta llegar a la gran casa, agitada. El señor Kobayashi, sonriente, se inclina a la distancia y hace un ademán para que pase, los hombres que cuidan la entrada la dejan pas