na de vergüenza y vuelve para encontrar, que el auto no estaba esta
uien te perforó el alma. -dice finalmente para sonreír, ligeramente nostálgico, pues solo en una ocasión, cuando eran niños, aquel niño ahora, perdido, había logrado ver a través de sus ojos de la manera en que claramente lo hizo el chico llamado, Táo. -Táo
frente al mar, saliendo y azotando la puerta del mismo enfurecida. El mar tan silencioso y calmo solo escuchaba sus quejas, entre olas suaves, brisa fresca y un azul acorazado, brillante y cálido. La intensidad de sus emociones y las sensaciones por primera vez percibida, entre ella una ya experimentada, hace tantos años,
ando aquello que la estaba ahogando desde que vio aquellos ojos color avellana, tan profundos y puros. -Puros...-sonriendo perversa y oscura, obse
isfacción. Los pensamientos sucios no tardaron en llegar a su mente. Todo lo que podía hacerle al chico hasta poseerlo por completo, hacer que este ruegue porque se quede y no se vaya de su lado, hacer tembl
n con propiedad el rostro del joven. Sus ojos brillantes y llenos de ilusión, hicieron sentir punzadas perforantes en el pecho de la temida Petya Ivanov, aquellas mejillas sonrosadas, quitaron el aire de sus pulmones, y el suave sonido de su voz al hablar en cámara lenta ante sus ojos, con la dueña de la tienda, le hacían sentir celos repentinos, "No, solo habla conmigo bastardo, cómo te atreves a so
s de una multitud que corre despavorida, debido a una explosión a dos cuadras de la rubia, Esta se cubre, recibiendo el calor de la explosión, alerta de la situación, pues podría haber sido provocado o un accidente del pequeño restaurante. Vuelve su mirada al joven que ahora entre los brazos de la mujer aprieta con todas sus fuerzas sus oídos, tratando de esconderse angustiado en el pecho de la mujer, que le dice entre todo el desastre, que todo estaba bien. Duscha, sin poder detener sus pasos, cruza la calle, entre los