/0/9914/coverbig.jpg?v=36a2b0a6f327c8dbba33eaa47f09159c)
Hayley Fernández es una joven española-británica que cumplió injustamente una condena de un delito que no cometió. Su vida se verá afectada luego de que un grupo delictivo asesinara a quemarropa y sin piedad a su novio; pérdida lamentable que la llevará a jurar frente a su tumba una digna venganza. Sobrepasará sus límites conviertiéndose en una persona completamente diferente y para ello, deberá romper varias reglas impuestas en si misma. ¿Logrará cumplir su palabra? ¿Tendrá en sus manos el valor para enfrentarse a su futuro? Por su parte, Aleksandr Dmitriev es el líder de la mafia rusa, que se ha ganado el mérito en su país por la forma de torturar a sus enemigos, el cual apodaron Lucifer, ya que en sus manos carga el mismísimo infierno. Él sabe que no puede fiarse de nadie, no siquiera en su propia sombra, pero como no todo es perfecto, tiene una pequeña debilidad que se convertirá en su arma letal que lo conllevará a la perdición. ¿Será capaz de caer en los juegos del amor?
Puedes con esto, lo has realizado durante años. Es el mantra que repite Hayley diariamente en las ocupaciones efectuadas dentro de la prisión de New Hall, en Londres.
Ella nunca imaginó encontrarse en un recinto tan prescindido como ese, aseando los baños con un degastado trapeador, que evidentemente podía estar infectado de bacterias; así como el balde con agua fétida que se sitúa a su lado. No obstante, en contra de su apetencia se hallaba en ese lugar, deambulando por los monótonos pasillos durante ocho años consecutivos cumpliendo arbitrariamente un veredicto por una malversación que no cometió.
Sin embargo la joven no estuviese en esa contrariedad, si hubiera empleado el sentido común, antes de interponer su negligencia por encima de las indicaciones propuestas por las Jones el día de San Valentín, quizás Kayden no hubiese sufrido con las consecuencias ocasionadas por ella y tampoco tendría que coexistir a través de un suplico que la consterna.
Procura contener la respiración mientras sumerge el trapeador en la cubeta, para luego exprimirlo con fuerza, deslizándolo sobre el piso corroído. Respira varias veces, intentando mantenerse sosegada. Pero, ese estoicismo se dispersa en un santiamén, cuando escucha un fuerte portazo, generando que exalte la vista.
Una mujer corpulenta, de piel canela cubierta de extravagantes tatuajes, la cual se encuentra sentada encima del lavabo, atravesándola con una mirada sobrecargada de ignominia e animadversión.
-¿Todavía no te adaptas a los oficios, perra? -pronuncia, golpeando la superficie del lavamanos-. Yo podría facilitarte el trabajo. -Aprieta los puños con fuerza.
La contempla mirándola directo a los ojos, apisonando sus dientes pútridos.
-Gracias -responde entredientes-, pero no necesito filantropías.
Hayley se cohíbe, suspirando por haberle contestado. Una indefinible se refleja en su discernimiento, al recapitular los escarmientos que mía le había comentado. Sin embargo, esta mujer, la cual apartemente se llama Rita Dawe ha estado asechándola desde que entró a la correccional, procurando aniquilarla; aunque la suerte la ha acompañado, sabe que en cualquier momento lo logrará.
Rita se constriñe las mugrientas manos, sin desviar la atención de Hayley; y ésta la contempla de reojo, costándole tragar saliva.
-No estoy solicitando proposiciones -esclarece la mujer, retándola con la mirada-. Además, reconoce que eres un maldito escollo en este miserable lugar -recrimina, con tono amenazante-. Aunque pensándolo mejor debería aprovechar la oportunidad para asesinarte, haciendo que parezca un simple incidente.
Una sonrisa malévola aparece en su rostro, mientras desvía la vista hacia su overol naranja, presumiendo una pequeña navaja suiza, lo suficientemente afilada para degollarla como un cordero. La pusilanimidad traspasa a la joven, sin discernir cómo actuar en el momento.
Por favor, deseo que alguien aparezca en este instante. Reza en su mente.
La permanencia dentro del presidio, no ha sido estrechamente indulgente; desde soportar las constantes contiendas entre las reclusas, que ella intenta eludir en cada circunstancia. La comida es una inmundicia, al sólo describirla retuerce los órganos internos, aparte especular que esté contaminada con algún microrganismo o envenenada; no obstante, debía consumirla si quería sobrevivir en ese infierno. Inclusive su compañera de celda, la cual posee un alias peculiar acorde a su personalidad, originando que Hayley durmiese por minutos, al estar consciente que probablemente al día siguiente despertaría con magulladuras en todo su cuerpo o fenecida por causa de una hipotética peripecia.
Asimismo, es indudable que alguien debió pagarles una pequeña fortuna a los miembros del jurado para que el veredicto fallase en su contra; así como también lo hicieron con la policía, anexándole evidencia falsificada relacionada con crímenes que no cometió. ¿Estarían encubriendo a alguien?
Hayley se traslada a unos de los cubículos, para verter el agua sucia en el inodoro. En el instante, en que proceder a tirar la cadena, percibe la presencia de alguien detrás. Al girarse sobre sus talones, se encuentra con la mirada discrepante de Rita, colocándole la navaja cerca del cuello.
-¿Piensas que podrás deshacerte de mí? -pronuncia chasqueando la lengua-. Estamos solas, nadie te ayudará. Y sí intentas hacer algo. ¡Morirás desangrada!
Sujeta a la joven con una fuerza descomunal, produciéndole cicatrices en sus muñecas. Ella procura zafarse del agarre, pero cada movimiento que ejecuta es inservible.
-¡Por favor, detente! -suplica, sacudiendo su cuerpo para liberarse-. Podemos resolver esto de otra manera.
La mujer frunce los labios, traspasándola con la mirada.
-¿Presumes que soy una insensata? -increpa, incrustándole las uñas en su piel-. ¿O deduce qué podrás convencerme con tus suplicas? -Hace pucheros.
Hayley niega con la cabeza.
-Bien -responde indiferentemente-, te complaceré haciéndolo a tu manera.
En ese momento, Rita la asedia por el cabello, sumergiéndola dentro del retrete. Hayley procura contener la respiración para no ingerir ese impúdico líquido; sin embargo, el agua comienza a filtrarse por su boca y nariz, comenzando a ahogarse, causando que busque la superficie a tientas, aunque la mujer no se lo permite. Aprecia como aprieta su cuello, dejándola sin aliento.
Dawe había trazado un plan maestro, puesto que las condiciones se encargaron de favorecerla; significando que ninguna persona sabía lo que ocurría. Era el momento oportuno para aniquilarla. Y sólo encontrarían el cadáver de ella.
La muchacha continúa retorciéndose con furia para deshacerse de su opresora, actuando. No obstante, sus esfuerzos sólo la desestabilizan, quedándose sin vivacidades. La garganta comienza le comienza a arder.
-¡Basta! -emite, pero las palabras se convierten en insólitas asonancias.
Su cabeza comienza a palpitarle, la risa irascible de Rita produce ecos, mientras la mantiene sumergida en el inodoro. Su atisbo se desenfoca, el cuerpo no le responde y empieza a perder el conocimiento; cierra los ojos al saber que morirá ahogada en cualquier momento.
Después de unos eternos segundos, pasa una de las manos por su cerviz. Ella expulsa bruscamente la cabeza del sanitario, respirando con dificultad. Expele el fluido repulsivo que ha ingerido. Camina a tientas hacia la pared, recostándose en ella, mira hacia el techo esperando recuperar la poca persistencia que le queda.
Unos minutos más tarde, cuando recobra la perspicacia, se levanta del suelo. Continúa con sus oficios; saliendo del cubículo mientras se mantiene alerta ante cualquier eventualidad. Aunque se percata que el baño está vacío. Suspira convaleciente, pese a esto, todavía siente un reconcomio, sobre todo al saber que Rita no descansará hasta asesinarla.
-¿Fernández? -articula una voz conocida.
Hayley divisa la vista hacia la puerta en donde se encuentra la oficial Young. Pensando que Rita la había involucrado en alguna falsedad.
-Tienes que acompañarme -musita la agente, mostrando un semblante hosco.
-¿Qu... qué hecho? -balbucea flameando de la pesadumbre-. No hice absolutamente nada de lo que pretenden acusarme. -Se defiende, bajando la mirada.
La vigilante frunce el ceño, desconcertada.
-No sé de qué hablas -acota colocando los manos en su cintura-, pero tu abogada necesita hablar contigo urgente y te está esperando.
Hayley la ojea desdeñosamente, negándose a conceptuar lo que comentó la oficial. ¿Cuál abogada? Indudablemente la confundió con otra encarcelada, porque su representante es el señor Stevens ¿Habían realizado un cambio a última instancia? ¿Para qué? Para decirle lo mismo que los anteriores juristas o incluso peor.
-¡Fernández! ¡Qué esperas! -grita Young, sacándola de su ensimismamiento-. No esperaré todo el día.
Sale del baño, siendo escoltada por la guardia hacia la zona de reunión con sus mediadores. Ambas atraviesan varias puertas, hasta encontrarse en una habitación con una ventanilla de vidrio.
-Hola. ¿Eres Hayley Fernández?
La joven sólo asiente.
-Me llamo Verónica Matthew, tú nueva abogada -afirma entrelazando sus manos-. Estoy aquí por un asunto importante.
El cariz de la joven cambia radicalmente, reflexionando que la defensora no porta consigo indulgentes comunicados.
-¿Qué está ocurriendo? -pregunta irascible, mirándola directo a los ojos.
No obstante, la señora Matthew se limita a responder su exhortación, encogiéndose de hombros. Una reminiscencia desabrida reaparece en su boca, mordiéndose el interior de su mejilla para contener las apetencias de llorar.
-Discúlpame, pero es algo delicado -determina, lanzando una exhalación-. Sólo te diré que me acompañaras.
Hayley ensancha los ojos, recreando contextos ficticios en su percepción.
-¿De qué está hablando? ¿A dónde me llevará? -demanda, anhelando un argumento congruente-. ¡No pienso acudir a ningún lado! ¡Necesito obtener respuestas! -replica, alejándose de la ventanilla.
La señora Matthew pretende perseverar la apacibilidad, esta circunstancia se le empieza a complicar.
-Iremos al juzgado -aclara, observándola impacientemente.
Hayley retrocede para encararla, sospechando que su extraordinario encuentro traerá tenacidades contraproducentes para ella.
-¿A la magistratura? -repite sin comprender-. ¿Para qué? Para decirme que adicionaron un nuevo perjurio a mí expediente.
El tiempo empezaba a agotarse para la señora Matthew, y todavía no lograba convencer a la muchacha. Sabía que debía darle respuestas a sus incógnitas, pero no había prórroga para eso.
-Hablaremos en otro lugar -comenta de manera precavida-, te aseguro que será un procedimiento rápido, y además responderé a todas tus inquietudes. -asevera, propiciándole una pizca de esperanza-. Por favor, te suplico que accedas, no compliques el asunto. ¿De acuerdo? Aprovechemos la circunstancia.
Termina aceptando, porque no tiene sentido discutir. Un grupo de oficiales la escoltan por un largo pasillo que conducen a las afueras de la prisión. Esa inmensa sensación de estar en contacto con el exterior, para deleitarse por unos segundos con los rayos solares, que hacía mucho que no disfrutaba.
Aunque miles de cuestionamientos se dispersan por su intelecto relacionadas con ese ininteligible momento; la cual una hacia énfasis en que sería trasladada a otra mazmorra. Las agentes la introdujeron dentro de una camioneta que las esperaba.
La defensora se monta en el asiento de copiloto. Hayley observa como la penitenciaría se queda atrás mientras el vehículo avanza hasta la magistratura. La muchacha discernía que cuando llegasen a su destino, Matthew tenía el deber de suministrarle la información necesaria.
Presentía que la libertad llegaría en cualquier instante.
Mikael Mäkinen, un snowboarder finlandés, cuya prometedora carrera se verá afectada por un accidente que lo dejará inservible y con un sueño destrozado. Su vida dará un giro inesperado, cuando deba confrontar no solo sus lesiones físicas, sino también la profunda pérdida de su pasión y la incertidumbre del futuro. Pero en medio de la oscuridad, una chispa de esperanza resurge al cruzarse con Madison Davies, una bióloga marina australiana, que enfrenta la existencia con voluntad al contar con una ceguera, el rechazo de su entorno y la humillación de su prometido, por lo que decide embarcarse en una aventura sin retorno permanente. Sus historias marcadas por la adversidad, se unirán en busca de un nuevo comienzo y la fuerza interior será su motivación para superar los obstáculos. ¿Quién dijo que las segundas oportunidades no existen?
Dos personas muy diferentes, pero ambas las une un mismo objetivo. Annika Kjaer, una joven de sentimientos puros, que ha tenido superado diversos obstáculos para sacar adelante a su familia. Sin embargo, una persona se cruzará en su camino, el cual le revelará una noticia sobre su pasado; que la conllevará a tomar una drástica decisión, que no tendrá marcha atrás. ¿Será capaz de ganarse la confianza de los otros? ¿O los llevará a la perdición?
Hace tres años, Avery quedó maltratada y sola por el hombre que más amaba, Dylan, pero ella completó valientemente la ceremonia de la boda mientras estaba embarazada. Tres años después, aunque estaban casados, con el tiempo se distanciaron. Avery se centró en su carrera y ya no creía tontamente en el amor. Pero su transformación instantáneamente hizo que Dylan entrara en pánico... ¿Y cuál es el secreto de hace 11 años que Avery siempre se ha mostrado reacia a revelar? *** "Fue a un bufete de abogados, se reunió con un abogado..." ¿Un abogado? ¿Avery está demandando a alguien? ¿OMS? ¿Existe algún litigio reciente contra la empresa? De repente, Dylan se rió entre dientes con frialdad: "¿A quién podría demandar? Soy el director ejecutivo de esta empresa. ¿Cómo es que ese asunto no me llega a mí primero?" La asistente tragó nerviosamente y habló en voz baja: "Señor, no hay ningún litigio contra la empresa. Se reunió con... un abogado de divorcios".
La vida era un lecho de rosas para Debra, la hija del Alfa, hasta que tuvo una aventura de una noche con Caleb. Estaba segura de que él era su pareja designada por la Diosa de la Luna. Pero este hombre odioso se negó a aceptarla. Pasaron semanas antes de que Debra descubriera que estaba embarazada. Su embarazo fue una vergüenza para ella y para todos los que amaba. No sólo ella fue expulsada, sino que su padre también fue perseguido por los usurpadores. Afortunadamente, sobrevivió con la ayuda de la misteriosa Manada Espina. Pasaron cinco años y Debra no supo nada de Caleb. Un día sus caminos se volvieron a cruzar. Ambos estaban en la misma misión: llevar a cabo investigaciones secretas en el peligroso pueblo de Roz por la seguridad y la posteridad de sus respectivas manadas. Caleb todavía se mostraba frío con ella. Pero con el paso del tiempo, se enamoró perdidamente de ella. Intentó compensar el abandono de Debra, pero la chica ya no lo quería. Estaba empeñada en ocultarle que tenían una hija y también en hacer una ruptura limpia. ¿Qué les deparaba el futuro a los dos mientras viajaban por el pueblo de Roz? ¿Qué tipo de secretos encontrarían? ¿Caleb se ganaría el corazón de Debra y conocería a su adorable hija? ¡Descúbralo!
Kaelyn dedicó tres años a cuidar de su esposo tras un terrible accidente. Pero una vez recuperado del todo, él la dejó de lado y trajo a su primer amor del extranjero. Devastada, Kaelyn decidió divorciarse mientras la gente se burlaba de ella por haber sido desechada. Después se reinventó, convirtiéndose en una cotizada doctora, una campeona de carreras de auto y una diseñadora arquitectónica de fama internacional. Incluso entonces, los traidores se burlaban con desdén, creyendo que ningún hombre iba a aceptar a Kaelyn. Pero entonces el tío de su exesposo, un poderoso caudillo militar, regresó con su ejército para pedir la mano de Kaelyn en matrimonio.
Durante diez años, Daniela colmó a su exesposo de un amor inquebrantable, solo para descubrir que no era más que un chiste para él. Humillada, pero decidida, se divorció de él. Tres meses después, Daniela regresó a lo grande. Ahora era la CEO oculta de una marca líder, una diseñadora codiciada y una rica magnate de la minería, y su éxito se reveló en su triunfal regreso. Toda la familia de su exesposo se abalanzó sobre ella, desesperada por implorar su perdón y suplicar otra oportunidad. Sin embargo, Daniela, ahora querida por el famoso Sr. Phillips, los miraba con gélido desdén y dijo: "Estoy fuera de su alcance".
"Tú necesitas una novia y yo un novio. ¿Por qué no nos casamos?". Abandonados ambos en el altar, Elyse decidió casarse con el desconocido discapacitado del local de al lado. Compadecida de su estado, la chica prometió mimarlo una vez casados, pero no sabía que en realidad era un poderoso magnate. Jayden pensaba que Elyse se había casado con él solo por su dinero, por eso planeaba divorciarse cuando ya no le fuera útil. Sin embargo, tras convertirse en su marido, él se enfrentó a un nuevo dilema: "Ella sigue pidiéndome el divorcio, ¡pero yo no quiero! ¿Qué debo hacer?".
Janice, la heredera legítima olvidada hace tiempo, se abrió camino de vuelta a su familia, volcándose en ganarse sus corazones. Sin embargo, tuvo que renunciar a su propia identidad, sus credenciales académicas y sus obras creativas en favor de su hermana adoptiva. A cambio de sus sacrificios, no encontró calor, sino un mayor abandono. Decidida, Janice juró cortar todo vínculo emocional con ellos. Tras quitarse la máscara, ahora era conocida como maestra en artes marciales, experta médica y célebre diseñadora que sabe ocho idiomas. Con una nueva determinación, declaró: "A partir de hoy, nadie de esta familia se cruzará conmigo".