Marcas del pasado

Habían pasado diez años desde el trágico accidente que cobró la vida de la única mujer que Carlos fue capaz de amar.

No podía negar que durante esos años otras mujeres no formaron parte de su vida, pero la mayoría lo fueron solo una noche.

Carlos anhelaba el día en que conocería a quien tanto dolor le causaba y le arrebató al gran amor de su vida. La haría pagar por todas las heridas que ni siquiera una década podría curar.

"Carlos, ¿ocupado?"

Marcos era un hombre alto, fuerte, de piel oscura, que llamaba la atención por donde pasaba, entró a la habitación con un sobre en la mano.

- ¿Alguna cosa?

Carlos empujó un poco su silla hacia atrás y se sentó poniendo su brazo sobre la mesa.

- Su espera ha terminado... por fin ha regresado.

Marcos colocó el sobre sobre la mesa y Carlos tomó algunas fotos desde allí.

- Una espera de diez años que por fin ha llegado a su fin.

Miraba fijamente a la mujer de esas fotografías.

"¿Que estas intentando hacer?"

Cuestionó Marcos sentándose poco después.

- ¿Que crees? - Él sonrió.

- Hombre, como tu mejor amigo te he apoyado en todas tus decisiones, pero no creo que esta sea la mejor manera, no le hará ningún bien a ella y mucho menos a ti.-

Como el mejor amigo de Carlos, Marcos no podía evitar preocuparse, después de todo, albergar odio hacia otra persona le hacía mucho más daño a la persona que odiaba que a la persona a la que se dirigía el odio.

"¿Y lo que ella hizo estuvo bien?" ¿No estaba pagando por sus crímenes verdad?

Golpeó la mesa con las fotos.

- Tranquilo, solo quiero que pienses un poco, han pasado diez años, Carlos, diez años.

- ¡Exactamente! diez años ella hizo del mío un infierno. Diez años he sufrido por extrañar a la única mujer que fui capaz de amar. Sabes cuánto sufrí por todo esto, así que por favor no me pidas que no haga nada porque no puedo verte feliz mientras la única persona que sufre en esta historia soy yo. Lo único que quiero es hacer la justicia que la ley no pudo hacer.

Su tono de voz y sus ojos delataban el tamaño del odio que había alimentado durante todos estos años.

"Bien, hombre, haz lo que creas mejor, pero luego no digas que no te lo advertí.

Marcos salió de la habitación dejándolo solo.

- ¿Por dónde empiezo, Ana?- arrugó una de las fotos.

Habían pasado diez años desde la última vez que Ana estuvo en su país y regresar no estaba en sus planes, pero por la enfermedad de su padre se vio obligada a regresar.

Ana no quería volver al lugar que tanto dolor le causó y tantas marcas le dejó, pero no podía dejar en paz al único que la amaba cuando todos la condenaban, incluida su propia madre.

- ¡Hola amigo!- respondió el celular - Sí, ya estoy aquí, solo voy a tomar un taxi e irme a un hotel.

"¿No vas a quedarte en la casa de tus padres?"

- No creo que sea buena idea volver a ver a mi madre después de tanto tiempo... un taxi, amigo, te llamo luego.

Antes de que Clara pudiera decir algo, Ana cortó la llamada.

En el hotel, Anna le preguntó a la recepcionista si no había habitaciones que no tuvieran bañera, pero ni siquiera había habitaciones vacías.

- Y ahora, ¿qué hago?- preguntó mirando su equipaje.

Nuevamente tomó un taxi y se dirigió al hotel más cercano.

- ¡Buenas tardes! ¿Podría decirme si tiene habitaciones disponibles?

"Sí", respondió la recepcionista.

"¿Y hay alguno que no tenga bañera?" Di sí por favor.

- Infelizmente no.

- ¡Que pena! - ella retrocedió. -- Lo único que puedo hacer es apelar.-Llamó a su padre.- Papá, ¿hay alguna habitación en tu hotel que no tenga bañera?

"¿Por qué no me dijiste que ya estabas aquí?"

- No quería molestarte, pero lamentablemente no pude encontrar ningún hotel con una habitación que no tuviera bañera. Entonces, ¿tienes alguno?

"¿De qué sirve buscar un hotel cuando tu padre tiene varios?" Pero sí, Ana.-

Conociendo el estado de su hija, John, ordenó que en todos sus hoteles se hicieran habitaciones que solo ella pudiera usar y que ninguna de ellas tuviera bañera.

"¡No hay necesidad de enojarse, está bien!" Cogeré un taxi y luego llamaré.-

Ana fue al hotel de su padre y notó que, a diferencia de los otros, que estaban muy concurridos, el hotel de su padre tenía poco movimiento.

- ¡Buenas tardes! No sé si mi padre ya llamó...

- ¡Buenas tardes! Sí, ya llamó, señora Ana.- dijo interrumpiéndola.

- ¡Que bien! todo lo que necesito ahora es tomar una ducha y descansar.-

Ella tomó la llave y se dirigió hacia el dormitorio.

- ¡Finalmente! -

Ana se tiró en la cama y sin darse cuenta terminó por quedarse dormida.

Con las manos temblando y llenas de sangre, Ana trató de concentrarse en la carretera mientras conducía el automóvil familiar bajo una fuerte lluvia.

Las lágrimas corrían por su rostro y por mucho que intentaba mantener la esperanza, sus manos ensangrentadas en el volante insistían en recordarle que fuera más rápido.

-¡A-N-A!-

Una débil voz femenina la sacó de sus pensamientos.

- Va a quedar todo bien. - dijo sin siquiera mirar atrás.

- Ana, lo siento.--

La voz que antes la llamaba se quedó en silencio haciendo que Ana apartara la vista del camino y por una fracción de segundo sintió un impacto que la hizo perder el sentido.

En ese momento, sintió que algo la sacaba repentinamente de esa terrible pesadilla.

- Estaba tardando demasiado.-

Su respiración era dificultosa y todo su cuerpo estaba sudoroso.

Desde la muerte de su hermana en un terrible accidente, Ana comenzó a tener pesadillas recurrentes de ese día, pero con el tiempo desapareció, pero regresar a su país le trajo de vuelta lo que tanto deseaba olvidar.

"Un baño sería genial".