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Esta historia relata los acontecimientos y situaciones de un individuo principalmente, en la cual, se desarrollan eventos afortunados, al igual que otros no muy positivos, tales como, pérdidas, asesinatos, crímenes, sentimientos encontrados, traiciones y malas decisiones; sucederá desde lo más predecible hasta lo menos esperado para cada uno de los personajes. La vida se define como la capacidad de nacer, respirar, desarrollarse, procrear, evolucionar y morir. Pero, para considerar que haya expresión desde cierto punto de vista, se debe experimentar cada una de sus facetas, por tanto, deberán tener en cuenta que no todo es completamente perfecto. Franco Dubois, continúa afligido por el fallecimiento de su querida esposa, fue un increíble golpe bajo para su día a día. Sin embargo, esto no será para siempre, ya que encontrará nuevamente a una persona, con la que intentará conectar nuevamente. Ellos intentarán hallar alguna forma de solventar sus inconvenientes juntos, para así progresar cada vez más, buscando así, un romance duradero.
Un día, Franco, en un atardecer Parisino, se dirigía hacia el centro comercial a comprar algunos presentes y detalles para su familia, ya que, con gran frecuencia, celebraban alguna fecha, evento, cumpleaños o una sencilla reunión en la que disfrutaban ver los juegos de su equipo favorito los fines de semana. Dubois es un hombre de 34 años, fornido, de piel oscura, bastante tersa, posee ciertos rasgos masculinos prominentes que captaban la atención de mucha gente, una barba sencillamente sutil y ojos intensamente profundos.
Era increíblemente tranquilo, con una mente bastante abierta, sin embargo, eso no quitaba que fuese demasiado reservado; solo conversaba acerca de sus temas personales con él mismo, en pocas ocasiones ha revelado sus inconvenientes, y aun así, esas ocasiones ocurren únicamente con personas de suma confianza.
Al pasar por la calle Versalles, la cual se encontraba previa a la entrada del estacionamiento del Centro comercial, alzó la mirada para cruzar. Fue entonces cuando, frente a sus ojos se encontraba la mujer más hermosa del universo, abrigada con un suéter rojo con detalles verdosos, una cartera que resplandecía y le daba un toque excelente, junto con unas sandalias fenomenales que la hacían lucir extraordinaria, todo su look hacía juego con su delgada, pero hermosa figura. Y en ese pequeño instante, sintió que deseaba pasar el resto de su vida junto a ella, algo se lo decía.
Se acercó un poco tímido, no sabía cómo llamarle para capturar su atención, ella se encontraba sumergida en su mundo, viendo su móvil, excesivamente concentrada, «se veía tan bien así» decía Franco en su propia cabeza; la pelicastaña no se alcanzó a fijar en como él estaba observándola, completamente flechado. En un abrir y cerrar de ojos, un vendedor intentaba mostrarle unos Macarrons, dulce típico del país.
-No, ¡gracias! no cargo suficiente efectivo, lo siento. -exclamó la simpática chica, disculpándose.
Franco, al percatarse, se da cuenta que es el momento de actuar y acercarse a ella, con la excusa de conocerla.
Él, se aproxima hacía ellos tocándose el bolsillo, preparándose para finalmente dar el primer paso.
-¡Tranquila! yo lo pago, escoge el de tu preferencia, por lo que se ve, hoy es tu día de suerte- dijo Franco con nerviosismo, a la vez que esbozaba una sonrisa enorme y sincera.
En ese mismo momento, saca unos pocos billetes, pagándole al señor. -Gracias, muchacho, es un muy lindo gesto de tu parte para la jovencita. -comentó el vendedor.
Ella con una expresión de alegría y emoción le responde:
-Muchas gracias... -Haciendo una pausa breve para que él le dijera su nombre. -Un gusto, me llamo Matilde Fournier, ¿y tú?
-Soy Franco, es un gran placer para mí conocerla, señorita-dijo él con una voz más dulce y amable de lo que frecuentaba para referirse a las demás personas.
-Te agradezco nuevamente, Franco- musitó Matilde, dirigiendo su mirada fijamente hacia el moreno, mientras masticaba uno de los Macarrons que este le había obsequiado.
Franco se sintió aún más atraído por ella, al observar aquellos hechizantes ojos color ámbar que Fournier tenía, por esto, quedó prácticamente hipnotizado en el trance de su mirada, estaba más que claro, el hecho de era destacar alrededor de cualquier otra mujer.
-No hay de qué...- dijo él con una sonrisa que desprendía seguridad, aunque, en el fondo no encontraba cómo seguir hablando con esa chica- ¿te parece si paseamos un rato por esta misma zona, e intentamos conocernos un poco más? si no te molesta, claro.
Matilde estaba culminando su último bocado de Macarrons, por tanto, solamente asintió continuas veces para que se diera cuenta del hecho de no poder expresar palabra alguna, por tener la boca llena, gesto que le pareció tierno a Franco, se ve tan auténtica, natural y dulce, es probable que una de esas características, hayan cautivado su atención, no lo sabe con certeza No obstante, está consciente de la enorme atracción que sintió hacia ella desde el primer segundo, fue como una jugada del destino, o un "flechazo", tal como lo llamaban en uno de los programas de televisión que gozaba ver.
Pasaron las horas sin ellos percatarse, se entretuvieron tanto platicando que no estaban al pendiente del reloj. Ambos conectaron bastante en un santiamén, se sentían cómodos el uno con el otro y sinceramente complementados. Finalmente, intercambiaron números telefónicos para continuar su conversación por chat, y capaz, volver a encontrarse, quizás en un café, ya que ella le había comentado con anterioridad lo mucho que le gustaba.
-Hasta pronto, Mati, seguiremos chateando- se despidió Franco con interés de explorar más en su mundo, quería saber muchas cosas de ella, comprenderla y establecer un vínculo agradable.
-Adiós, Franco, buenas noches, ¡no olvides escribirme! -manifestó ella con una sonrisa, dándose vuelta para dirigirse hacia su hogar, usualmente contenta.
Matilde Fournier es una mujer de 29 años, de contextura delgada, ojos impactantes los cuales podrían enamorar a cualquiera con un solo vistazo, pestañas naturalmente rizadas, diminutas pecas alrededor de sus mejillas y nariz, mejillas sonrojadas y labios carnosos, del mismo color. Sus uñas estaban detalladamente arregladas, con una manicura reciente y pequeños diseños decorativos; además de su largo cabello castaño y llamativo, siempre cargaba una cadena muy minimalista en su cuello, esta tenía la letra "M" en plateado, con incrustaciones adiamantadas a su alrededor, combinaba a la perfección con su pálida y suave piel.
Cuando Franco regresa a su casa, saluda a su familia rápidamente para irse a bañar, relajar un poco su cuerpo. Al estar apunto de entrar a la ducha, recibe un mensaje y decide leerlo desde la barra de notificaciones, su expresión cambió totalmente al ver que era Matilde, se contentó bastante al darse cuenta que ella había tomado la iniciativa para hablarle nuevamente, por alguna razón, le llamaba la atención el hecho de no ser él el que realiza todo, es realmente cautivante.
Decide contestarle con un: "Holaa, iré a bañarme, seguimos hablando cuando termine. No tardaré, ¿está bien?"
Inmediatamente recibe respuesta por parte de ella, diciéndole que no se preocupara y no había ningún problema, lo esperaría. Él con una sonrisa ladeada, se mete a la regadera y con la misma rapidez que entró, salió, cosa que él nunca haría, por lo general, tardas horas bañándose, incluso si va tarde a algún sitio, se da su tiempo, se demora todo lo que considera necesario, sin embargo, hoy fue la excepción, y la razón tiene nombre y apellido.
"Hola, acabé de bañarme, ¡ya podemos hablar con tranquilidad!" -dijo Franco a través de una nota de voz, con cierto entusiasmo en su voz.
De ahí, continuaron chateando por el resto de la madrugada, intercambiando gustos, música, temas profundos, existenciales, modas actuales, talentos, y muchas cosas más, para su sorpresa, compartían múltiples opiniones, y se sentían como ese tipo de personas que encajan a la perfección mutuamente, al instante comenzaron a relatar anécdotas del pasado, desde cuando estaban en el kínder, hasta otras más recientes.
Matilde, mientras hablaba acerca de trucos de cocina con Franco, se tomó un break para escribirle a su mejor amiga, Charlotte Collins, una pelirroja de ojos verdes, que a diferencia de Mati, es muy alocada y siempre inventa los planes más bobos y extraños posibles, aún así, la pasan muy bien juntas, siempre están una en casa de la otra arreglándose, viendo películas de los 2000's mientras utilizan mascarillas, o preparando cualquier receta que alguna de las dos haya visto con anterioridad. Son el dúo perfecto.
Justo cuando iba a enviar el mensaje, casualmente entra una llamada de su amiga, y sin esperar, contestó.
-¡Hola, Char! Casualmente estaba a punto de escribirte, quiero comentarte algo, amiga -dijo Matilde mordiéndose el labio inferior, con el celular pegado a la oreja.
-Nena, ¿qué esperas? ¡suéltalo! - expresó Collins con impaciencia, mientras jugaba con un mechón de su desordenado cabello.
-Pues, conocí a un chico, es muy lindo, me brindó unos Macarrons hoy. Hablamos un rato para finalmente intercambiar números, me agrada bastante, hasta ahora continuamos hablando.
-¡Mati! Ya era hora, por fin no te aburres después de 5 minutos de conocerse, ¿será aquel desconocido tu ser amado? -preguntó Charlotte en tono de burla, consiguiendo que su amiga se enojara por su actitud tan inmadura y su falta de seriedad.
-Charlotte, ¿puedes ser seria en algún momento de tu vida? Déjame terminar de hablarte, boba.
-Está bien, doña madura y amargada, cuéntame- resopló su amiga.
-Bueno, básicamente, mañana nos encontraremos de nuevo, me ha invitado al cine a ver una película de terror, ya que le dije lo mucho que me encantaban y entretenían- Matilde hizo una pausa, respiró al escuchar nuevamente la risa de su amiga para finalmente decirle- Charlotte, seriamente, este chico tiene algo, debe tenerlo como para sentirme interesada y disfrutar tanto de su presencia, al igual que en chat.
-Amiga, ya dejando las bromas de lado, también me sorprendió el hecho de haberte oído comentándome sobre un chico que te atraiga, tenías tiempo sin haberlo hecho, y, la verdad me contenta mucho que tengan tantas cosas en común, Mati.
-Sí, también es algo loco, por así decirlo. En fin, voy a descansar, amiga, mañana te cuento cómo me fue ¿te parece? - comentó Matilde entre bostezos.
-Claro amiga, ve a descansar, te quiero mucho, ¡suerte!
-Adiós -Dijo Matilde, para seguidamente colgar la llamada y dejar su teléfono en la mesita de noche, y caer profundamente dormida, mañana le esperaba un largo día.
La alarma de Franco lo hizo despertarse de manera muy brusca, había dormido únicamente 3 horas, ya que estuvo prácticamente toda la madrugada chateando con Matilde, el sueño le ganó y se quedó dormido antes de poder despedirse de ella, así que apenas se levantó de la cama para apagar su estresante despertador, le escribió:
"Buenos días, Mati, me vencieron las ganas de dormir, tuve un día bastante cansado ayer, lo siento ☹" texteó Franco, al momento de soltar el celular en su escritorio, fue directo al baño para darse una ducha rápida, ya que se le estaba haciendo tarde para trabajar.
Dubois, era un conductor de Uber relativamente reconocido, le iba bien trasladando gente a su destino, a pesar de no ser un trabajo muy apreciado, a él le gustaba y lo disfrutaba por completo.
Cuando salió de bañarse, inmediatamente buscó su perfume y loción, sus mejores aliados a la hora de un momento especial o de gran importancia, por esta razón no los utilizaba a diario. Hoy verá a Matilde nuevamente, aunque se hayan encontrado hace menos de 24 horas, él lo siente como una eternidad, el tiempo que pasaron juntos ayer, no le fue suficiente, anhela estar la mayor parte de su tiempo con ella, y, por primera vez en mucho tiempo, deseaba que su día pasara rápido mientras laboraba, hasta hacerse las 7:00 de la noche, el instante en el que por fin se encontrarían, con el motivo de ver una película, específicamente de terror, las favoritas de la hermosa chica de pelo castaño en la que tanto piensa desde aquella tarde.
Culminó de vestirse y acicalarse, tomó una taza de café junto a una rebanada de pan integral, se le hacía tarde, entonces con agilidad agarró sus llaves del mesón de grano fino en la cocina, para salir con euforia de su casa. Yendo hacia su auto se encontró con su vecino, Ernesto. Él es un tipo bastante curioso y extraño, sus actitudes y comportamientos dan mucho para dudar acerca de su salud mental, tal como lo que estaba ocurriendo en ese instante. El raro residente de la casa de al lado, estaba lavando el garaje de Franco, sin él pedírselo, en general, ellos no entablaban conversación alguna ya que era increíblemente incómodo.
Franco, con urgencia se le acercó para preguntarle el motivo por el cual estaba haciendo eso, y más sin su consentimiento.
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