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Cassandra y Jonathan son dos personas comunes y corrientes, las cuales tienen un pasado no muy agradable del todo, en especial por las situaciones por las que ha tenido que luchar y atravesar la protagonista, Cassandra Fox. Por cuestiones de trabajo, esta se encontrará con Jonathan, quien, sin siquiera saberlo, hará que su vida de un vuelco, tal como le sucederá a él a causa de ella. A lo largo de los días, comienzan a tener ciertos encuentros, aquellos que desatarán sentimientos difíciles para revelar entre ambos por todas las desventajas e inconveniencias que esto podría conllevar. Ambos, a su manera, darán todo por unirse sin importar las circunstancias. Una interesante y ardiente historia les espera.
«Voy a hundirme en ti tan profundamente que no podrás olvidarme jamás». Cassandra Fox se estremeció al recordar aquella brusca promesa, rememorando cómo se había perdido entre músculos tensos y placer.
Jonathan Campbell.
Incluso el nombre le provocaba una dolorosa punzada de deseo en el vientre. Él había convertido su promesa en realidad. No le había olvidado ni siquiera un momento.
La noche que Jonathan había pasado en su cama había sido asombrosa y mágica. Y, teniendo en cuenta que hacía y a mucho tiempo que ella había dejado de creer en los cuentos de hadas, aquello y a significaba algo. Sentirse envuelta en su dura fuerza fue como estar en el Paraíso. Aquella noche, bajo la intensa mirada de él, no sólo se había sentido una mujer deseable, sino única. Aquella intimidad... ¡Oh, Dios!, la había arrebatado. Había sido mucho más que enloquecer de placer, él le había mostrado un aspecto del deseo totalmente nuevo. Sus profundos ojos oscuros ardían mientras la atravesaba con poderosos envites; el pelo, largo y oscuro, los había rodeado como un velo que dejara a un lado la realidad, quedando sólo anhelos susurrados y jadeantes respiraciones mientras la hacía alcanzar un orgasmo tras otro.
Jonathan había llevado su cuerpo a extremos incendiarios a los que ella jamás hubiera creído que la pudiera llevar un hombre. Y lo hizo una y otra vez. Durante seis horas. Sin descanso, sin quedar nunca satisfecho. Ávido, codicioso, extraordinario.
Cassandra había mantenido suficientes relaciones sexuales en su vida como para saber que habían compartido algo más que sexo.
Y a la mañana siguiente... nada. Él no le dejó ni una nota ni una explicación. Unos días después le envió un ramo de flores disculpándose por cualquier incomodidad o dolor que le hubiera podido causar. Ella se enfadó mucho cuando recibió las flores, aquel gesto tan impersonal le dolió un poco... aunque no le había sorprendido demasiado.
Pero no estaba dispuesta a darse por vencida. Dadas las pocas posibilidades que tenía de ver de nuevo a Jonathan, Cassandra rompió sus reglas y le llamó. Dos veces. Él no le había devuelto las llamadas personalmente. Fue su ayudante quien se puso en contacto con ella para decirle que mantendría los términos del acuerdo. Nada más.
Cassandra no significaba nada para él. Sí, antes de la noche que pasaron juntos y a sabía que no la respetaba. Se habían conocido unos años antes en una despedida de soltero; ella había sido la bailarina del evento y él un amigo del novio. De alguna manera, Cassandra había esperado que si la volvía a ver en otras circunstancias, Jonathan cambiaría la idea que se había hecho sobre ella.
¡Qué estupidez!
Pero a pesar de todo, él era todo lo que ella buscaba en un hombre: atractivo, triunfador, capaz de sentir un profundo afecto, sensible y sexy ... Y no pensaba renunciar a él sin Jonathan.
-Buenas noches, jefa. -Christopher Miller lanzó un largo silbido de admiración cuando ella entró por la puerta trasera del club y se detuvo al lado del escenario. La miró de arriba abajo-. Estás estupenda.
-Hola, Christopher -saludó al gigante de pelo color arena-. Tu trabajo es vigilar a los clientes, no a mí.
-Aún no hemos abierto el local y no hay nadie a quien meter en vereda. Además, estoy harto de ocuparme de niñatos borrachos y casados salidos. ¿De qué color es el liguero que llevas debajo de esa faldita negra?
El gorila del club había sido agente de alguna agencia estatal, aunque nunca había mencionado cuál. No hablaba mucho de sí mismo. Cassandra no sabía por qué había comenzado a trabajar allí. Pero en los pocos meses que llevaba con ella, se había convertido en alguien indispensable. Había días en los que el negocio, sencillamente, le necesitaba.
Era una lástima que Christopher no fuera lo que necesitaba su corazón. Cassandra le lanzó una mirada de reproche desde debajo de las pestañas.
-Nunca lo sabrás.
-Oh, vamos... Haz feliz a un amigo.
Cassandra bajó la vista a la entrepierna del hombre.
-Parece que y a eres suficientemente feliz.
Christopher le guiñó un ojo y le brindó una amplia y provocativa sonrisa.
-Sólo por ti.
Era un tipo apuesto, tan fuerte que podría ser portada de una revista de culturismo. Además era irónico, gracioso y responsable. Pero después de pasarse el día trabajando en « Las sirenas sexy s» , el club más notorio de Louisiana y del que ella era propietaria, además de intentar poner en marcha al mismo tiempo un nuevo restaurante, cuando caía rendida en la cama no era en Christopher en quien pensaba. Aquel honor recaía en Jonathan Campbell.
Y ahora, tres meses después, él iba a volver.
« Siénteme. Siiiiiií. Eres tan estrecha, es tan bueno. Así, cariño. Córrete otra vez para mí» .
La voz de Jonathan resonaba en su mente, pecado puro envuelto en terciopelo, tierna como la miel. Incluso los recuerdos hacían que creciera el deseo en su interior. Pensar en lo ocurrido aquella noche siempre tenía el poder de deslumbrarla y aturdirla. No había dejado de desearlo ni un momento.
-¿Hola? Tierra llamado a Cassandra. Se había olvidado de Christopher.
-Lo siento. El restaurante absorbe todos mis pensamientos estos días.
Él clavó en ella aquellos ojos verdes que veían demasiado.
-¿Lavar los platos y confeccionar menús hace que te sonrojes? ¿Qué tengas esa mirada que dice « quiero comas» ?
-¿Por qué no vas a encargarte de un par de borrachos?
-Prefiero estar contigo.
Christopher cruzó los brazos sobre el ancho pecho. Los bíceps se hincharon bajo la camiseta negra que se ceñía a su cuerpo como un guante. Lo cierto es que era impresionante. Y la deseaba; no es que se hubiera molestado en ocultarlo precisamente. Ella se sentía fatal por ello.
-¿Cómo se llama? -suspiró Christopher.
-¿Quién?
-El hombre que te ha hecho poner esa mirada de deseo. No sé si quiero descuartizarlo o estrecharle la mano.
-No hay nadie en mi vida. -Lo que en realidad era cierto. Dejando aparte aquella noche salvaje con Jonathan, llevaba años sin mantener relaciones sexuales.
-Mentirosa.
Llegados a ese punto de la conversación, Christopher solía bromear diciéndole que con él sería más feliz que con cualquier otro. Esa noche no lo dijo.
-Eres demasiado especial para estar sola. Las chicas te adoran. Eres justa con todo el mundo y trabajas muy duro. Eres más dulce de lo que tú misma piensas. Ni siquiera me has pedido que mate al incompetente del concejal Chariston cuando viene a crear problemas. -La miró fijamente-. Has trabajado mucho últimamente. Necesitas un descanso.
Si no tenía cuidado, la preocupación de Christopher la haría llorar. Sería muy fácil dejarse llevar por la autocompasión, pero también una absoluta pérdida de tiempo.
Cassandra puso los brazos en jarras.
-No puedo.
-Quizá deberías aplazar algunas semanas la inauguración del restaurante.
-¿Por qué?
Christopher ya no pudo contenerse. Se acercó a ella y le acarició cariñosamente el brazo con una de sus enormes manos.
-Hace sólo dos meses que murió tu madre. Cassandra se puso tensa.
-Hacía catorce años que no la veía.
-Eso no importa. Todavía lamentas su pérdida.
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