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¿Alguna vez has pedido un deseo a una estrella fugaz? ¿Qué ocurre si alguna de ellas cae y pierde su brillo? La mayor pesadilla de Isaac Smith, un joven cuyo tiempo en la tierra es corto y, al haber perdido su brillo se fue también su habilidad de hablar. Bullying y acoso le ha llovido gracias a su discapacidad. Una oportunidad de alzarse en el mundo del modelaje en una prestigiosa academia se presenta ante él, lugar en el que Agony Darkblue, su tutor, se decide a ayudarlo a brillar. Los lazos comienzan a crearse y los sentimientos se permiren florecer. ¿Que le deparará el destino a dos seres diferentes que comienzan a compartir un mismo sentimiento? ¿Podrá Isaac brillar nuevamente y evitar su destino inminente?
"-¿Has visto alguna vez una estrella fugaz?
-¡Si! Y he pedido muchos deseos, pero ninguno ha sido cumplido, o al menos no que yo sepa.
-Serás tonto... las estrellas fugaces cumplen deseos cuando consiguen volver a brillar.
-¿Volver a brillar? ¿De qué demonios hablas?
-¿No has oído a nuestro abuelo? Él me ha contado que las estrellas fugaces son esas que pierden su brillo con el paso de los años y comienzan a vagar por el espacio sin poder recuperarse. Algunas corren la suerte de entrar a la atmósfera y tomar la forma de humanos. Se les da la oportunidad de recuperar su brillo en un corto período de tiempo, pero si no lo logran simplemente... mueren.
-Espera, eso no es un poco... ¿siniestro? Ver a una estrella morir frente a tus ojos debe ser algo que no todos quieren presenciar.
-Silencio que aún no he terminado. Se dice que hay personas que corren con el privilegio de conseguir a uno de estos especímenes y hacerlos sus amigos. ¡Incluso están algunos que les han secuestrado para que cumplan sus deseos tan pronto como comienzan a brillar!
-Eso es raro y muy malvado. ¡Si me consiguiera una estrella fugaz definitivamente intentaría ayudarle a volver a su lugar! Que pueda brillar y ser feliz nuevamente.
-Los humanos se dejan llevar por la avaricia. No obstante el abuelo conoce una historia en particular de una estrella cuya vida en la tierra no fue para nada agradable, sin embargo alguien fue capaz de iluminar su vida. Pero no recuerdo muy bien cómo va. Mejor vayamos con él y que sea su misma memoria quien te lo relate.
-Acabas de picarme la curiosidad. Vamos con el abuelo."
***
Un cielo oscuro impregnado de pequeño puntos brillantes reconocidos fácilmente como estrellas. ¿No era nuestro protagonista una de ellas? En ese momento no deseaba serlo ya que se encontraba de pie frente a aquella persona que le había demostrado su apoyo, amor y aceptación incondicional en toda su trayectoria de vida. Agony le miraba acariciando su cabello castaño, analizando cada detalle de su rostro de la manera en la que siempre lo hacía, con esos ojos voraces, capaces de desvestir al chico con tan solo observarlo.
-¿Es verdad todo lo que me has dicho? -susurró este sin dejar de mirarle a los ojos-. ¿Ciertamente se acerca el momento de decir adiós? No puedo pensar en vivir sin ti...
-Agony, no tienes idea de lo mucho que has significado para mí y pensar en tener que marcharme para siempre simplemente me genera malestar -el castaño se expresaba con dolor. Estaba claro que nadie en todo el mundo le había demostrado tanto como este chico desde el mismo momento que se habían visto por primera vez-. Me duele saber que se aproxima el adiós.
-No quiero que te vayas. Extrañaré tu sonrisa, tu forma de ser, tu trabajo... e incluso tus gemidos -la estrella abrió los ojos sorprendido ante tal cosa sintiendo como los colores se le subían al rostro-. Es broma -expresó rápidamente Agony acariciando la mejilla del castaño-. Aunque, en el fondo no es broma. En fin, sea como sea estoy seguro de que acostumbrarme nuevamente a que no estés no será para nada sencillo.
-De verdad lo siento... pero no podemos estar juntos por mucho tiempo más -Isaac se permitió acercar su rostro al del chico sellando un suave y delicado beso mientras el contrario le envolvía en un abrazo. Porque eso eran ambos, dos seres enamorados cuyos destinos diferentes les indicaban que había llegado el momento en que cada uno regresara a su rumbo-. Nunca olvidaré todo lo que hiciste por mí.
-Jo... pero aún no es el momento -Agony sonrió con picardía-. Aún nos queda una noche. ¿Podemos disfrutar de ella como la primera que nos conocimos?
-No veo por qué no...
***
El fuerte sonido de los vehículos y el repugnante olor a dióxido de carbono que expelían cada uno de los autos en movimiento era algo completamente desconocido para el jovencito que intentaba comprender donde estaba. Recordaba haber transcurrido sus primeros meses de vida como ser humano en uno de los pueblos cercanos a la gran utopía que todos reconocían como la ciudad principal... y era cierto. Desde allí era capaz de observar las imponentes edificaciones que se perdían entre las nubes, haciéndolas cada vez más impresionantes. Autos moviéndose de aquí para allá los cuales simplemente le resultaban molestos y muy olorosos.
Se trataba de un chico cuya apariencia física era la de uno de veinte, de cabello castaño con algunos reflejos morados que solo se dejaban ver cuando la luz del sol golpeaba cada uno de sus delgados filamentos. Era delgado y de estatura promedio. Sus preciosos ojos celestes recorrían cada pequeño rincón del lugar en el cual se encontraba. Se había denominado a sí mismo con el nombre Isaac.
Soltó un suspiro y por fin comenzó a caminar con su pequeño bolsito a cuestas. Una minúscula maletita en la cual traía consigo toda su corta vida. No era alguien que exactamente hubiese tenido maravillosos recuerdos o grandes obsequios, por lo que no existían muchas cosas que para él fuesen importantes; simplemente deseaba conseguir un lugar para descansar.
El chico sabía que necesitaba conseguir un lugar para vivir dentro de esta enorme utopía, pero con la cantidad de dinero que tenía solo podría aspirar a pagar a cambio de permanecer en el lugar de menos recursos de la ciudad. Se adentró por fin entre los callejones de las personas que demostraban ser de bajas posibilidades y, luego de recorrer algunos callejones consiguió una habitación con el cartel "en alquiler". Sonrió y de inmediato vio a la dueña aparecer.
Una mujer mal vestida con su cabello negro alborotado y un cigarrillo en su boca. Esta miró a Isaac alzando una ceja.
-No eres de por aquí -sentenció de inmediato dejando salir el humo de su cigarrillo-. ¿Qué quieres exactamente?
He aquí uno de los mayores problemas de Isaac: No era capaz de pronunciar palabra alguna. Desde que su llegada a la tierra tuvo lugar había intentado en múltiples ocasiones pronunciar por lo menos una palabra, pero le había resultado simplemente imposible. Tal parecía que al ser una estrella caída el chico tendría esa dificultad durante su travesía en la tierra. Debía intentar brillar sin ser capaz de hablar.
El castaño señaló el cartelito y luego mostró a la dama su monedero.
-¿Quieres vivir aquí? ¿Estás seguro? -la mujer dejó salir un bufido negando con la cabeza-. Sí que eres idiota. No tienes idea del lugar en el que te estás metiendo.
Isaac miró a su alrededor. Si, definitivamente parecía un lugar bastante decadente, pero no tenía muchas opciones con el bajo presupuesto con el que contaba. Se limitó a alzar los hombros y esperar a que fuese ella quien le explicara lo que debía hacer para vivir allí.
-¿No puedes hablar? -detectó rápidamente la mujer y notó como este negaba con la cabeza. Se levantó y caminó hasta la puerta, dándole acceso por fin al chico-. Primero un indigente y ahora viene un discapacitado. Definitivamente no tengo nada de suerte con este lugar. Pasa, niño.
Era cierto lo que la dueña decía y en ese momento pudo comprobarlo Isaac. Se trataba de una habitación diminuta y maloliente con todos y cada uno de los muebles amontonados. El baño no era diferente. Simplemente notaba suciedad y descuido en cada uno de los rincones. ¿De verdad quería pagar por estar en un sitio como este?
-¿Hace cuánto llegaste a la ciudad, niño? -inquirió la mujer soltando su cigarrillo por fin y lanzándolo por una de las ventanas-. No tienes aspecto de conocer mucho la ciudad.
El chico comenzó a mover sus manos usando el conocido lenguaje de señas para comunicarse, pero no tardó en ser detenido por la misma dueña.
-Espera, espera, espera... no tengo la menor idea de lo que estás haciendo -rápidamente esta ubicó una hoja de papel y un lápiz y se lo extendió a este-. Imagino que debes saber escribir. Usa eso para responderme.
"Llegué hoy a la ciudad"
-Entiendo -respondió a lo que Isaac escribió-. Escucha lo que te diré. La ciudad no es un lugar en el que puedas ir de forma tranquila y mucho menos con tu problema de habla. Debes tener mucho cuidado -la mujer negó con la cabeza-. Mi nombre es Isabel y te permitiré vivir aquí sin pagar ni un centavo por el momento, ¿vale? Usa ese dinero para comer y buscar un empleo que te permita producir más. Eres joven y simpático. Incluso con tu problema puedes dar con algo.
"¡GRACIAS!"
Isabel dejó salir un bufido al notar el brillo que mostraron los ojos del chico luego de escuchar la ayuda que le prestaría. Tal parecía que este necesitaría más ayuda que esa, pero era lo único que podía hacer por él.
-Bien, instálate como puedas. Me pasaré al ponerse el sol -la pelinegra comenzó a caminar afuera-. Cuidado con las ratas, Isaac -no le interesaba cuidar algún objeto de valor ya que no existía algo que dentro de ese cuchitril fuese de valor.
Tan pronto como aquella mujer abandonó lo que era su propio hogar el chico no tardó en comenzar a trabajar. ¿Vivir en un lugar tan asqueroso como ese? No, él no haría algo como eso, por lo que comenzó a limpiar. No se trataba de algo muy grande por lo que esperaba terminar antes de que el sol se pusiera. Lamentablemente no había sido el caso y el cielo se oscureció mientras este todavía movilizaba objetos consiguiéndoles un mejor lugar.
La advertencia de la pelinegra había sido cierta. Se había topado con un par de asquerosos roedores de gran tamaño a quienes debía matar. Por mucho que los odiara no tenía alternativas más que dejarlos sin vida. Además, puede que pacifista sea una descripción para Isaac que no alcanza a definir completamente lo que siente. Se trataba de un chico que odiaba completamente cualquier tipo de conflictos a tal punto que sería capaz de recibir una paliza en lugar de responder con algún acto violento.
Por fin cuando se hubo adentrado más la noche finalizó su labor, consiguiendo ordenar lo más posible aquel cuchitril. Incluso después de esto seguía pareciendo desorganizado, pero la diferencia era notoria en comparación a como lo había encontrado. La dueña había entrado por segunda vez en el día y su mirada reflejó lo perpleja que se había quedado al ver el cambio de su propiedad.
-¿Tú has hecho esto? -preguntó aunque sabía que la respuesta era demasiado obvia-. Jo... sí que eres alguien productivo. Ha quedado maravilloso. ¿Y qué hay de las...?
Isaac sonrió negando con la cabeza antes de hacer una seña que demostraba que les había dado muerte. Isabel asintió sorprendida. Era evidente que nunca imaginó que un inquilino fuese capaz de hacer algo como eso, pero quizá se merecía estar allí de forma gratuita mientras lograba estabilizarse y, a juzgar por las capacidades que el castaño le había demostrado, tenía mucho con lo cual ser admitido en un buen empleo donde sus ingresos le dieran lo suficiente para salir de aquel horrible sector.
-Me parece que fue buena idea permitirte que te quedaras aquí -admitió la mujer mostrando por fin una bolsa de tela que traía consigo-. He de suponer que no has comido nada. Ven, cenemos algo.
¿Acaso se trataba del destino que jugaba a ayudarle en su nueva travesía? Era cierto que sus primeros meses adaptándose al mundo de los seres humanos no había sido del todo agradable y todo ello hacía que se le dificultara confiar en las personas, pero quizá Isabel no estaba teniendo intenciones dobles y realmente intentaba ayudarle, ¿verdad? Eso intentaba suponer, aunque a decir verdad le costaba mantenerse positivo conociendo perfectamente lo que ponía en riesgo su existencia.
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