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80 Días, 80 Amantes

80 Días, 80 Amantes

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Clara es una chica que vive un día a la vez. Es independiente, creativa, y sobretodo pervertida. Tiene obsesión por conseguir un amante diferente cada día, y por supuesto con semejante cuerpo y belleza lo logra. A ella no le importa donde sea que capture a su víctima, bien sea en un restaurante, en el parque o en el metro. ¿Se enamorará alguna vez de uno de estos amantes? Lo dudo, pero... la esperanza eso último que se pierde.

Capítulo 1 De cara al mundo

Clara es una chica preciosa, es rubia, delgada, caderas anchas, pechos medianos y perfectos, una cara angelical, y que a la vez demuestra picardía.

Tiene unos labios carnosos inévitables de mirar y que provocan morder sin descanso, una nariz diminuta, y un mentón sobresaliente.

Jamás ha creído en el amor, pero si en el placer. Desde muy jóven ha sabido luchar sola, desconoce de dónde viene. Solo sabe que ha vivido de orfanato en orfanato y que a los 18 años la echaron de ahí sin apenas saber qué había afuera de esas mugrientas y grises paredes, no tenía ni idea de cómo podría sobrevivir.

El día uno fuera del orfanato fue el peor de su vida. Al estar sentada en un parque unos hombres la confundieron con una mujer de cambio de servicios sexuales por dinero y la obligaron a montarse en un carro para que los complaciera.

La tocaron por todos lados y la desnudaron mientras ella intentaba alejarlos, el que parecía ser el líder de los tres hombres pidió ser el primero en entrar en en ella. Sin embargo, para sorpresa de él, al intentarlo notó que la chica era virgen, entonces advirtió el error que habían cometido, y no quiso desgraciarle la vida aún en contra de lo que opinaban sus compañeros.

La dejaron ir y ella corrió de vuelta al parque sin comprender muy bien lo ocurridi, lo cierto es que para Clara algo se había quebrado dentro de su corazón. Su primer día fuera del orfanato le había dado una probadita de lo que podría ser el mundo, y por supuesto lo odiaba.

Esa noche lloró y lloró hasta quedarse dormida en un banco en el parque. Al día siguiente, un indigente se apiadó de ella al verla tan jóven y le dijo dónde podría conseguir comida y quizás hospedaje si había espacio. Cuándo llegó consiguió comida, pero espacio no había.

Ella comenzó a ir a ese lugar a diario en busca de un mejor lugar donde dormir y menos duro y frío que los bancos del parque. Por su cabeza aún no pasaba la idea de conseguir un empleo o algo que le diera dinero para sustituir.

A los días el encargado del comedor para indigentes se fijó en ella y la hizo llamar. Le preguntó sobre ella y cómo era que había terminado ahí. Ella le contó todo, y él prometió darle empleo remunerado al día siguiente, pero que no le dijera a nadie sobre el pago. Clara no tenía idea de cómo funcionaba el mundo exterior así que hizo todo como el encargado le pidió.

Lo que Clara tampoco sabía era que todos ahí eran voluntarios y no percibían un sueldo. Y que la única que tendría ese beneficio sería ella porque el encargado le pagaría de su propio bolsillo.

A los tres días de estar laborando. El encargado se acercó a ella y comenzó a cortejarla de forma muy sutil. Le puso el trabajo más fácil, le compró ropa, le rentó un anexo pequeño para que viviera ahí, y al verla con la ropa nueva y arreglada se dió cuenta que era tan atractiva como lo había imaginado.

Al mes de estar en el comedor para indigentes ya Clara y el encargado se habían besado en el almacén del comedor y en el anexo cuando le hacía visitas por cualquier excusa. Para ella, fue algo alucinante porque está vez ella quería, y comenzó a sentir cosas que desconocía.

Luego de mayor confianza comenzaron a ir a diario al almacén o él iba al anexo, y se abrazaban, se besaban y de vez en cuando el tocaba sus pechos. No quería asustarla tras lo que ella le había contado que había pasado con los tres hombres de aquella noche, por eso no iba más allá.

Cuando se aproximaba Clara a cumplir dos meses de estar en el comedor "trabajando", pensó en devolverle los favores echos al encargado. Y recordando la cara de codicia de aquellos hombres cuando la desnudaron, se le ocurrió que quizás el encargado también disfrutaría verla desnuda.

Estuvo nerviosa toda la mañana y cuando por fin él fue al anexo a visitarla la consiguió totalmente desnuda. Sus ojos no podían creer lo que estaba viendo. Tenía un cuerpo espectacular y apenas era una jovencita, no pudo resistirse a tan gran tentación.

Ambos lo hicieron y él tuvo mucho cuidado con ella, Clara estaba profundamente agradecida con este hombre así que pasó dos meses más complaciendolo.

Al cabo de esos dos meses, Clara conoció a un hombre muy importante y quién la dejaría en la posición económica que está ahora.

En el comedor para indigentes había un evento, y un hombre importante llevó sus donaciones. Era un hombre mayor, aparentaba unos 70 años. A ese hombre Clara no le pasó desapercibida y tal como había hecho el encargado en su momento, la hizo llamar. Le ofreció empleo en su casa como cocinera y ella viendo la cantidad de dinero que ganaría no lo dudo ni un momento.

Sin explicar nada al encargado, recogió las pocas cosas que tenía en el anexo y se fue a casa de Don Ignacio, quien le había ofrecido empleo.

Al llegar a la casa quedó impactada, no podía creer que ella iba a vivir en ese lugar, jamás ni en sus mejores sueños lo había imaginado.

Tocó lo que parecía ser un timbre y esperó.

-Buenos dias, ¿Es usted Clara? -una mujer cincuentona fué quién abrió la puerta y le preguntó.

-Buenos días, si soy yo. El señor Ignacio me dijo que pasara por acá. -costestó Clara algo tímida.

-Si, ya el señor me avisó. Ven, pasa. Yo soy Magdalena, pero puedes llamarme Magda. -le dijo la señora mientras caminaba hacia dentro de la enorme casa.

-Es realmente hermosa está casa y enorme ¿Cuántas personas viven aquí? -preguntó Clara fascina con todo lo que veía alrededor.

-Solo vive el señor Ignacio y su esposa que está en cama. -respondió la señora Magdalena aflijida.

-Disculpe ¿Está enferma la señora, qué tiene? -preguntó Clara.

-La señora tiene dos años en estado vegetal, luego de tantos tratamientos durante su juventud para tener hijos, desarrolló un cáncer y no volvió a ser la mísma hasta que llegó a como está ahora. -le explicó la señora.

-Que triste, lo lamento mucho. -fue lo único que comentó Clara.

-Bueno, basta de cosas tristes. Supongo que aún debes buscar todas tus cosas. Ven conmigo, te mostraré tu nueva habitación. -le dijo a Clara.

-Solo tengo lo que traigo en el bolso. No tengo más nada. -le dijo enconhiendose de hombros.

La señora la miró con sorpresa pero no le dijo nada. Le indicó su habitación y la dejó un rato para que arreglara sus pocas pertenencias.

Luego la llamó y le explicó las tareas que tendría que realizar a partir de ese momento. No era tan complicado, pues desde los nueve años Clara había aprendido a cocinar en el orfanato.

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