Zach estaba diciendo algo, podía ver por el movimiento de sus labios, pero ya no lo escuchaba, su mente estaba muy lejos. Cuando él se detuvo y la miró inquisitivamente, se dio cuenta de que debía haber dicho algo que exigía una respuesta o probablemente le había hecho una pregunta.
-¿Qué? -logró preguntar con voz débil, apretando los labios firmemente, decidida a no ceder ante las ardientes lágrimas que ahora amenazaban sus ojos.
-Pregunté si había algo que quisieras decirme.
-¿Algo que quisiera decirte? -repitió estúpidamente después de él parpadeando dos veces en rápida sucesión. ¿Qué es lo que ella posiblemente querría decirle o él esperaba que ella dijera algo en particular? Pero, por supuesto, había muchas cosas que quería decirle ahora que lo pensaba, pero no se atrevía a decirlas en este momento, no con las lágrimas que ahora llenaban sus ojos y las emociones obstruyendo su garganta.
Cerrando los ojos por unos segundos, trató de controlar las lágrimas antes de que finalmente los abriera de nuevo, incluso si tiene que esperar hasta otro momento para decir todo lo que quería decir, ella merece saber ahora mismo por qué estaba rompiendo con ella.
Ella necesitaba saber.
Ella tiene derecho a saber.
-¿Por qué? -preguntó lentamente, mirándolo directamente a los ojos. Ella captó la mirada de culpabilidad en sus ojos antes de que rápidamente desviara su mirada de la de ella.
-¿Por qué? -ella repitió cuando el permaneció en silencio.
-No tengo ninguna razón -dijo lentamente, sin mirarla a los ojos.
-¿Sin razón? -Sofía repitió tontamente después de él, incapaz de creer lo que escuchaba.
-Ninguno en absoluto -dijo, todavía sin mirarla a los ojos.
-¿Ninguno en absoluto? -repitió con una mirada de incredulidad en sus ojos.
El asintió.
Ella asintió lentamente aceptando. Él no puede tener ninguna razón de todos modos, porque ella había sido lo mejor para él. La idea de rogarle cruzó por su mente, pero últimamente había hecho mucho de eso con él. Iba a salvar su último orgullo y salió con dignidad y nunca miró hacia atrás.
Echando un vistazo a su rostro, el conjunto determinado de su mandíbula y la rigidez de su cuerpo, Sofía supo que había querido decir cada palabra que había dicho y ninguna cantidad de súplicas o persuasión podría hacerlo cambiar de opinión, por lo que agarró su bolso y echó una última y duradera mirada al hombre al que había llegado a amar, adorar y colocar por encima de todo antes de salir corriendo de la habitación, justo cuando sus ojos daban paso a las lágrimas que amenazaban con derramarse.