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Alexandro Byrne, es un maestro de una universidad muy prestigiosa, un hombre inteligente, caballeroso, educado ante los demás. Pero por la noche es un playboy llamado: Asher. Y es considerado entre las mujeres el mejor seductor así como el más cotizado en la ciudad, pero lo que nadie sabe es que es un perfecto manipulador. Ashley Moore, su mejor amiga, tiene un tipo de "amor platónico" con él, sabe que sería imposible tener algo más que una amistad, pero llegan a un punto donde todo se vuelve un torbellino cuando descubre que él no es quien ella creía, en lugar de correr lejos de él, es atraída ferozmente, hasta llegar a tomar la decisión de bajar al mismo infierno donde se encuentra... él. Asher, el seductor de la noche.
New York University (NYU)
El gis golpeó con fuerza y rapidez el pizarrón mientras el profesor Byrne, escribía los últimos apuntes para sus alumnos, no había otro sonido más en el lugar. La carrera de artes y ciencias era una de las mejores en la universidad, más si él la impartía.
- ¿Profesor Byrne? -escuchó la voz femenina detrás de él, pero no se giró hasta que terminó de escribir, se acomodó los lentes que se deslizaron por el puente de su nariz.
- ¿Sí? -preguntó y se tomó el tiempo para ubicar a la alumna. - ¿Señorita, Peterson?
- ¿Qué hará en estas vacaciones? -la joven de cabello rojo fuego, sonrió de manera provocadora, se escucharon las voces bajas de los demás estudiantes, muchos la tacharon de descarada.
-No hablo de mi vida privada con nadie, menos con mis estudiantes. -así que rodeó el escritorio y se recargó en él, para luego cruzarse de brazos. -Si vuelve a hacer este tipo de preguntas, la retiraré de mi clase. ¿Está claro? -ella se sonrojó y asintió de manera tímida, risitas por lo bajo y más murmuro entre los estudiantes, hicieron negar al profesor Byrne. Pero no era la primera vez que esto pasaba, siempre había obtenido atención de mujeres y hombres en la facultad, pero jamás había cedido a intercambiar números ni coqueteos con nadie, su trabajo era más importante que cualquiera, incluso, haría lo que fuese necesario para no perder lo que tanto le había costado. Miró el reloj y era hora de irse. -Se pueden retira-entonces todos comenzaron a empacar sus libros y cuadernos para marcharse cuanto antes de la mirada cargada de frialdad del profesor Byrne.
Byrne empezó a meter su laptop a su maletín para luego retirarse, pero antes de que eso sucediera, Ashley apareció agitando su mano desde la puerta por donde había desaparecido a toda prisa el alumnado.
-Llego a tiempo, ¿No? -Ashley sonrió al ver que su presencia provocaba una sonrisa en Alexandro. Desde que lo había conocido hace más de diez años atrás, había un "crush" de su parte hacia a él, ¿Quién no lo tenía? era un hombre demasiado atractivo, alto, fornido, los pantalones de vestir le quedaban de maravilla, así como las camisas de vestir debajo de su suéter de tejidos en colores oscuros, tenía una sonrisa que era rara de ver entre sus estudiantes, pero cuando aparecía, deslumbraba a todos a su alrededor. Su voz era ronca y detonaba frialdad que al mismo tiempo era lo contrario. Así lo veía Ashley, su única mejor amiga que tenía en su vida. Al llegar a un par de metros de él, se dejó caer en una de las butacas estudiantiles. - ¿Qué harás en estas vacaciones?
Byrne detuvo lo que estaba haciendo con sus pertenencias y desvió la mirada hacia su amiga que lució un tanto divertida.
- ¿Lo has escuchado? -Ashley hizo un movimiento de hombros en señal de que no sabía a lo que se refería. -Lo sabes.
-Iba asomando mi rostro por la puerta cuando lo escuché. -luego se cruzó de brazos haciendo resaltar su pecho sin darse cuenta que había atraído la atención fugaz de Alexandro. -Pero, es también una pregunta mía, ¿Qué harás en estas vacaciones, profesor Byrne? -Alexandro retomó lo que estaba haciendo y luego se colgó el tirante de su maletín al hombro, tomó los libros y le hizo una seña con su cabeza a Ashley para que lo siguiera, ella se levantó haciendo un mohín con sus labios en señal de que quería seguir sentada.
-Aún no lo sé. -dijo de repente al salir al pasillo principal. Ella caminó a su lado, se dio cuenta de las miradas de los estudiantes.
-Por eso no me gusta venir. -ella murmuró entre dientes, Alexandro arrugó su ceño algo confundido, entonces siguió la mirada de ella, y descubrió a lo que se refería. Las estudiantes la miraban con sorpresa, unas con celos y otras...con toxicidad por estar caminado a lado de él.
-Solo ignora. Es mejor, créeme. -llegaron al estacionamiento, precisamente al auto de él, era un Bentley del año, para ser precisos era un continental GT en color negro, ella se recargó a lado de la cajuela esperando que él guardara todo en la parte de atrás, miró a lo lejos y entonces se dio cuenta de algo.
-Creo que viene la profesora que te envió chocolates hace tres semanas. -Alexandro sin levantar la mirada, torció su labio en irritación, ¿Cuántas veces tiene que dejarle claro a la profesora que no estaba interesado en fraternizar más allá? Se enderezó y cerró la cajuela cambiando su gesto a uno más frío y desinteresado.
- ¡Profesor Byrne! Pensé que no lo alcanzaría. -la mujer era madura y bonita, pero no del tipo de Byrne. Él se dio cuenta que tenía una caja grande en sus manos, sabía lo que venía a continuación.
-Profesora Davis. -él intentó poner una sonrisa amable, pero ya lo tenía algo cansado con sus regalos. Ella sonrió más y le extendió la caja hacia a él. -No debería de seguir dándome regalos.
-Oh, déjame consentirte.
-No es necesario que lo haga, se puede malinterpretar y sabe lo que pienso de eso. Ya se lo he dicho en varias ocasiones.
Ella se sonrojó, miró hacia Ashley quién estaba de espectadora, luego hacia a él.
-Lo sé, prometo no volver a hacerlo, -luego una sonrisa más grande apareció en sus labios. -Anda, tome este detalle ya que no nos veremos por unas semanas.
-Solo esta vez, ¿Si? -replicó Byrne.
-Sí, prometido. -luego se despidió agitando su mano. Al ver Alexandro que había desaparecido de su vista, se giró hacia a Ashley quien sonreía divertida.
-Veo que desde que has llegado, te has estado divirtiendo.
-Algo así. -abrió de nuevo la cajuela y metió el regalo de la profesora Davis. De manera caballerosa, abrió la puerta para que Ashley subiera, luego de rodear el auto, subió de su lado. - ¿Por qué eres un rompecorazones, Byrne?
-No empieces. -arrancó el auto y salieron del campus.
Durante el trayecto, Alexandro se sumió en sus propios pensamientos mientras que Ashley hablaba de un tema bastante trivial para él. Se detuvieron en uno de sus restaurantes italianos favoritos de la ciudad, tomaron la misma mesa de siempre y ordenaron.
-Bien, ahora, ¿Qué harás? -Alexandro hizo un mohín discreto pero claramente ella se dio cuenta.
-Quiero ir a visitar a mis padres. -ella arqueó una ceja, estaba sorprendida por sus palabras.
- ¿En serio irás a ver a tus padres? Tienes cinco años de que no los visitas en Los Ángeles. Ni en las fechas festivas...
-Quita ese gesto de sorpresa, -sonrió al ver la reacción de ella.
-Bueno, bueno, ¿Qué es lo que pasa? ¿Están bien tus padres? -Alexandro presionó sus labios.
-Sí, mi hermana se ha comprometido recién y estoy obligado a ir a la ceremonia. -ella soltó un largo suspiro.
-Pareciera ayer que Alexandra hablaba de no conocer de nuevo a más hombres en citas.
-Lo sé, -el mesero llegó con los platos de comida, comenzaron a comer y siguieron el tema. -Es más, al parecer lo conoció por internet.
-Y enfureciste como siempre.
- ¿Quién no lo haría? Solo tiene veinticinco años. Es joven y recién ha terminado su carrera, tiene que desquitar los estudios...
-Por favor, Byrne. La juventud de ahora, es distinta a la que pasamos nosotros.
- ¿Por qué he sentido que nos has dicho viejos? -ella soltó una risa.
-No, no, no somos viejos a nuestros treinta y cinco años. Pero son diez años de diferencia con tu hermana, en esos diez años, ha cambiado el mundo. -Ashley enrolló con cuidado la pasta en su tenedor, para luego llevarla a su boca.
-Bueno, tienes razón. -se aclaró la garganta y miró en su dirección. - ¿Quieres ser mi acompañante en la ceremonia? -ella detuvo su vaso a medio camino a su boca.
- ¿Realmente quieres que lo sea? Sé lo que haces cuando me lo pides.
-Oh, solo ha sido...-detuvo sus palabras para pensar.
-Seis veces que me dices que sea tu compañera y terminas yéndote con la dama de honor, con la madre viuda de la boda, con la mesera, o con una de las tías. -él sonrió.
-Bien, esta vez...será distinto.
-Ver para creer, Byrne, ver para creer...
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