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Emma y Deavid fueron unidos bajo un matrimonio arreglado por sus padres. Deavid odio a Emma desde el primer día, pero termino creciendo bajo una obsesiva dependencia a su presencia. Un amor cruel y controlador. Todo ocurrió bajo el nombre de la corona. Tener la corona, no era un privilegio. Tampoco era una bendición. Ni mucho menos es algo que se obtenía con facilidad. Tener una corona, simboliza una cosa. Un peso que debes cargar hasta que te pulverizas en tu propia tumba. Cada corona tiene su peso...
-Mami ¿por qué estamos aquí? -pregunté desconcertada.
-Cariño, vamos a conocer a alguien muy importante así que debes portarte bien-dijo mami con una sonrisa.
-Si lo haces te compraré el dulce que quieras-dijo papi alzándome en sus brazos, asentí emocionada. Recibí un ligero beso mi frente y me bajo con cuidado -entonces debes ser educada ¿entendido mi niña? - pregunto papi sonriendo.
-Si, papi
Las puertas fueron abiertas, por ellas entro una hermosa mujer de larga cabellera rubia. Junto a ella, con los brazos entrelazados, estaba la imponente presencia de un hombre con profundos ojos negros.
Papá y mamá hicieron una reverencia. Los mire y copie sus movimientos.
-Buenos días rey Edward y Reina Melissa.
En el rostro de papá se reflejaba una ligera sonrisa.
-Es un placer contar con su visita Louis.
El imponente hombre contestó a papá con la misma cortesía.
-Les presentó a mi hija menor, Emma-dijo Papá tomándome por lo hombros.
Miré la figura de amabas personas y sonreí nerviosamente.
¬-Me alegra el poder por fin conocerte, Emma.
La hermosa mujer se inclinó ante mí y revolvió mi cabello, sentí como el peso de mis hombros se alivianaba ante su gesto.
-Él es mi hijo Deavid- un chico más alto que yo de cabellera castaña y ojos completamente negros apareció frente mi campo de visión.
-Es el heredero a la corona- el señor sonreía orgulloso al ver a su hijo.
- Vamos al salón a hablar, Deavid se amable y muéstrale el castillo a Emma- la mujer le hablo dulcemente a su hijo y deposito un pequeño beso sobre su frente, el asintió con un semblante serio.
Mire a papá con súplica en mis ojos.
Este chico da miedo
-Pórtate bien, cariño- me pidió papá y junto a mamá desaparecieron por el pasillo.
Él chico me inspeccionó de manera sería.
-Hola...-dije tímida.
El espelúznate, chico me siguió estudiando con la mirada.
Sus ojos oscuros me miraban con asco y odio, sentía escalofríos con su mirada.
- ¿sabes porque estás aquí? -me pregunto. Su tono era frío, parecía estar lleno de un profundo resentimiento.
Negué repetidamente con la cabeza.
-Pues ellos-dijo apuntando donde se habían alejado nuestros padres-nos van a comprometer.
Su tono molesto y su mirada de odio comenzaron a cobrar sentido.
(***)
Sostuve con fuerza la mano de mamá, tenía mucho miedo, estaba aterrada.
Cada vez que veníamos a este castillo mamá me dejaba sola con aquel chico, su fría mirada siempre me congelaba los huesos y me hacía temblar, no deseaba verlo, pero para mamá era importante, así que intentaba esforzarme.
Suspire y tome con fuerza la pequeña bolsa que traía. Había hecho galletas con Nana en la cocina, no sabía si a Deavid le gustaban los dulces, pero de todas formas no perdía nada intentándolo.
Llevaba más de un año intentando acercarme a él, pero no había logrado nada más miradas de odio y asco de su parte.
Hazlo por mamá
De todas formas, las visitas se realizaban una vez al mes, solo tenía que soportar su odio por un momento, después tendría todo el resto del tiempo para mí.
Decidida me adentre con paso firme al castillo.
Un estruendo resonó en el interior.
Al parecer habíamos llegado en el momento menos adecuado.
El sonido del golpe resonó en la sala, la mejilla de Deavid se tiño de un profundo roja, mientras que la mano de su padre aún se encontraba alzada.
Todo se quedó en silencio, nadie parecía querer moverse, me encontraba en un profundo transe, por poco hasta se me olvido el respirar.
Mamá fue la primera en reaccionar, se acercó rápido hasta Deavid e intento tocarlo, pero fue apartada con un manotazo, el castaño miro por última vez con rabia su padre y se marchó de la sala.
Uh, que intenso
-Edward...- mamá susurro despacio.
El alto hombre de pronto callo de rodillas al piso y se pasó la mano por su cabello repetidas veces- Que mierda acabo de hacer...- susurro impotente.
Mamá se acercó a consolarlo mientras le susurraba palabras tranquilizándolo.
Suspire y mire a mi alrededor.
¿Que había sucedido?
Deavid siempre había sido un imbécil, pero no era de los imbéciles que les faltaban el respeto a sus padres.
Me aparte de la sala y camine en dirección a las escaleras por las cuales Deavid se había ido anteriormente.
Cuando llegue a su habitación escuche golpes y el sonido de cosas siendo destrozadas.
Presiento que esto es una mala idea...
Abrí con cuidado la puerta de su habitación y miré el desastre dentro de ella, las cosas estaban tiradas por todos lados, los cuadros que antes decoraban su habitación estaban rotos en el suelo y el gran espejo ubicado en una de las esquinas ahora estaba en fragmentos.
Y en el medio del huracán estaba Deavid mirándome con un profundo odio.
-¿Estás bien...? - susurre sintiendo como mi piel se erizaba por el miedo.
Su cuerpo se contraía y respiraba de manera forzado.
-¡Cállate! - me gritó el chico -tú sólo cállate- dijo intentando normalizar su respiración.
No sabía si irme o quedarme en la habitación, pero, aunque quisiera optar por la primera opción, no podía, estaba estática en mi lugar, paralizada por el miedo.
-¡Todo esto es tu culpa! - gritó furioso y se acercó de manera aterradora hasta mi- todo esto tu maldita culpa, mocosa de mierda- gritó.
Sentí como jalaba de mi cabello. Lágrimas bañaron mis ojos al sentir el dolor en mi cuero cabelludo, lo jalaba como si lo quisiera arrancar.
-¡Todo esto es tu maldita culpa! - grito furioso para golpear el pómulo izquierdo de mi cara.
Lloré y grité impotente. Sentía que iba a morir.
Lo intenté apartar, lo empuje y mordí, pero mi fuerza parecía ser insignificante a comparación con la suya, intente suplicar que parara, pero parecía estar perdido, su visión no estaba enfocada, no escuchaba ni entendía, había perdido la razón.
Y llego otro golpe más, el dolor era insoportable, empecé a cerrar los ojos, incapaz de poder seguir soportándolo
Dolía, dolía mucho...
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