/0/17155/coverbig.jpg?v=8b9bb16debc8623accdf0cf7f9dc869b)
Había dejado toda una vida de polo y riqueza en Buenos Aires para construir mi sueño de "Alma Pura" junto a Sofía en Mendoza. Creía que nuestro amor era tan puro como el vino que producíamos, un amor que había resistido ya nueve años. Pero mi mundo se desmoronó con una simple notificación de Instagram. Era la foto de Mateo, el asistente de Sofía, sonriendo junto al caballo frisón que yo había esperado durante meses, importado de Holanda. Debajo, un texto hiriente: "Qué suerte trabajar para una jefa que sabe cómo recompensar a sus empleados." No solo había regalado mi caballo; había profanado la montura de mi abuelo, el legado de los Vargas. Y mi frustración se topó con su desdén: para ella, eran "solo animales", insignificantes. La noche de nuestro aniversario, me rompió el corazón al cancelar nuestra cena para "consolar" a Mateo, afectado por mi enojo. Fue entonces cuando descubrí su blog: "Crónicas de un Agrónomo Enamorado", revelando años de obsesión de Mateo por Sofía y una foto íntima de ambos en un coche. Mi corazón se heló. ¿Cómo había sido tan ciego? ¿Cómo pudo ella jugar así con mi amor, mi dinero y mi confianza, construyendo su propio imperio de mentiras bajo mi propio techo? No había nada que salvar. Respiré hondo, la rabia se transformó en una helada claridad. Mi abogado prepararía los papeles para vender "Alma Pura". El billete de avión a Buenos Aires ya estaba reservado. Era hora de que el pasado se quedara atrás, de una vez por todas.