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En opinión de todos, William se había casado con Renee bajo la presión. Ahora que su verdadero amor había vuelto embarazada, no podían esperar a que abandonara a Renee. Sorprendentemente, Renee fue sincera sobre la situación: "Para ser franca, soy yo la que pide el divorcio todos los días. Lo deseo incluso más que cualquiera de ustedes". Pero ellos ignoraron su comentario como un mísero intento de salvar las apariencias. Hasta que William hizo una declaración: "El divorcio está fuera de discusión. Cualquiera que difunda falsos rumores se enfrentará a consecuencias legales". Renee estaba confundida. ¿Qué planeaba hacer ahora este loco?
Un jeep militar avanzaba a toda velocidad por la bulliciosa calle de los bares; su presencia era como una tormenta en el horizonte. El vehículo, el cual portaba la insignia de un oficial de alto rango y una matrícula distintiva, llamaba la atención de todos los transeúntes. Cuando se detuvo de golpe frente al bar Serendipity, que estaba iluminado con luces neón, sus frenos chirriaron, desafiando el bullicio de la vida nocturna.
Una puerta del jeep se abrió y luego se cerró con fuerza, evocando el sonido agudo de un disparo. Un instante después, apareció un hombre cuyo uniforme de camuflaje se mezclaba extrañamente con el entorno urbano. Su expresión severa y su mandíbula firme acentuaban su presencia imponente cuando entró en el jolgorio del colorido del bar.
Las luces de neón proyectaban un brillo sobrenatural sobre su rostro y las sombras jugaban sobre sus rasgos, mientras avanzaba con pasos decididos. El bar vibraba con los ritmos de la música electrizante y el murmullo de las conversaciones de los borrachos; sin embargo, él parecía llevar un silencio escalofriante a su alrededor, aislándolo del entorno.
En el mostrador del bar, Ryland Flynn estaba absorto en una conversación coqueta con el cantinero.
Cuando el militar entró, Ryland levantó la mirada; la neblina del alcohol desapareció rápidamente de sus ojos. El hombre imponente se dirigió al ascensor y Ryland, al percibir su urgencia, se levantó del taburete para interceptarlo.
"Señor Mitchell... ¿Qué lo trae por aquí esta noche?". Su voz titubeó bajo la mirada gélida.
Los ojos del recién llegado se entrecerraron y, con su voz profunda y autoritaria, preguntó: "¿Dónde está Renee?".
"Mmm... Creo que esta noche se quedó en casa", contestó Ryland entre tartamudeos y haciendo un gran esfuerzo por mantener la compostura, bajo el escrutinio mordaz del otro.
Sin dudarlo, el hombre presionó de una forma brusca y decidida el botón del ascensor hacia el piso superior. "Tienes treinta segundos para avisarle que estoy aquí", agregó secamente.
El corazón de Ryland se aceleró, al mismo tiempo que el pánico se apoderaba de él. Sabía perfectamente que no tenía sentido tratar de inventar una historia. Con sus manos temblorosas, sacó su celular y marcó el número de Renee Carter, justo frente al imponente hombre que se cernía sobre él. Como después de tres tonos no recibió respuesta, cambió a WhatsApp frenéticamente. Optando por enviarle un mensaje de voz, presionó el ícono del micrófono y susurró con urgencia: "Renee, tu esposo vino a verte. Ya está en el ascensor".
Su intento de mantener la voz baja fracasó miserablemente; sus palabras resonaron claramente en el estrecho espacio.
Cuando el ascensor se abrió, una risa gélida emanó de detrás de Ryland, enviando escalofríos por su columna vertebral. Luego, gotas de sudor comenzaron a acumulársele en la frente, un testimonio de su creciente temor.
Una vez que el hombre salió del ascensor con paso decidido, se dirigió a la sala VIP. Ryland, preso del miedo, lo seguía dócilmente, con pasos vacilantes y su mente corriendo a toda velocidad, en busca de soluciones.
Después de detenerse con brusquedad en la puerta, el hombre se giró levemente. Ryland, reuniendo un poco de valor, dijo con voz temblorosa: "Señor Mitchell, le aseguro que Renee no está aquí".
"Esta es tu última oportunidad. ¡Abre o derribaré la puerta!".
Ryland intentó disuadirlo de nuevo, con voz vacilante: "Créame... por favor. Ella...".
"Tres", pronunció el hombre con calma.
Su tono no dejó lugar a discusión cuando comenzó la cuenta regresiva.
"Está bien...", murmuró el otro con una voz que era un susurro tenso, mientras buscaba torpemente la llave de la sala y dejaba escapar un suspiro. Las manos le temblaban levemente; se sentía acorralado en ese aprieto. Por supuesto, no se atrevería a enfadar a un miembro de la poderosísima familia Mitchell.
Cuando la puerta de la sala se abrió con un crujido, los ojos del hombre se entrecerraron y su expresión se endureció hasta convertirse en la máscara severa e inflexible de un veterano militar experimentado.
Ryland echó un vistazo rápido al interior e inhaló profundamente. Luego, se apresuró a desviar la mirada para salvaguardar su propia integridad y se posicionó directamente en el umbral, para observar desde una distancia cautelosa.
Dentro, Renee se encontraba reclinada lánguidamente en el sofá. Estaba ataviada en un vestido lencero rojo vibrante, el cual la hacía lucir audaz, y dos chicos de compañía la flanqueaban. Sus torsos desnudos mostraban las inconfundibles huellas de la pasión; rasguños tallados en su piel como ecos de sus apasionados encuentros.
El ruido abrupto de la puerta al abrirse hizo que los acompañantes de la chica se quedaran inmóviles en el acto. Sus músculos se tensaron al contemplar la imponente figura que se encontraba en la entrada de la sala.
En marcado contraste, Renee exudaba un aire de tranquilidad e indiferencia. Abrió los ojos lentamente. Al ver al recién llegado, sus labios se curvaron en una sonrisa burlona.
Con un brillo travieso en la mirada y con una sonrisa en las comisuras de la boca, lo miró entrecerrando los ojos. "Tranquilos, no es una redada policial", dijo en tono burlón y con la voz cargada de desdén. Luego, agregó: "Permítanme presentarles a mi esposo, el distinguido William Mitchell. Seguramente han oído hablar de él, ¿o no?".
Mientras hablaba, su mirada se dirigió a William, y observó su rostro estoico con una mueca provocativa. "Señor Mitchell, ¿a qué debemos el honor de tu visita esta noche? ¿No se supone que deberías estar con tu noviecita de la infancia, en lugar de estar perdiendo el tiempo aquí con nosotros?".
Él se le acercó con pasos deliberados. El frío del aire nocturno se aferraba a su chaqueta de camuflaje, reflejando la reserva gélida de su rostro. Luego de sentarse en el sofá frente a Renee, cruzó las piernas con deliberada indiferencia.
Fingiendo una sonrisa, agitó una mano y comentó: "No se preocupen por mí. Continúen con lo que sea que estaban haciendo".
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