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Robson, un dedicado profesor de fisioterapia, siempre ha dado prioridad a su familia, manteniendo un largo matrimonio con Sheila y cuidando con cariño a su hijo con necesidades especiales. Su vida estable se tambalea cuando Paula, la estudiante más seductora de la facultad, menosprecia su seriedad y muestra interés por liarse con otro profesor. El rechazo de Paula hacia Robson desencadena intensas emociones en él, despertando su latente lado cazador. A medida que se acercan durante un viaje de estudios, ambos se ven envueltos en una fuerte atracción sexual. Lo que empezó como un juego de simple deseo se convierte en algo abrumador, lleno de intensa pasión y con consecuencias impredecibles cuando regresan a casa. Un tópico caliente te espera en Lección del deseo - ¡La prueba de amor!
Paula, una atractiva chica de dieciocho años que siempre había querido estudiar fisioterapia y convertirse en una de las mejores en su campo, estaba en el segundo semestre de su curso y le encantaba. Sentía que era su vocación y daría lo que fuera por convertirse en la mejor fisioterapeuta del país.
Era una de las alumnas becadas, por lo que tuvo que implicarse en los proyectos para recibir ayudas para estudiantes que no tenían unos ingresos o un nivel de vida elevados como otros alumnos de la universidad privada.
Vive sólo con su padre, Carlos, que trabaja como cartero desde hace muchos años, y su madre murió cuando ella era muy pequeña. Paula seguía luchando por encajar con los demás estudiantes del curso, porque ellos eran mucho más ricos económicamente y ella no tenía la misma ropa ni las mismas condiciones para vestirse que los demás, por lo que a menudo pasaba desapercibida para ellos.
Siempre le gustó mucho salir y lo había hecho desde muy joven, aunque su padre era muy conservador y no le permitía salir. A pesar de todas estas precauciones, la joven siempre encontraba la manera de disfrutar de la vida. Había tenido una aventura con un chico llamado Alberto y este novio había sido el primer hombre de su vida que había mantenido relaciones sexuales con ella.
Desde que empezó el curso, se había encaprichado de un profesor llamado Eduardo, que era el más joven de la facultad. Nada más llegar, las otras alumnas de último curso le contaron que le gustaba salir con las nuevas alumnas del curso y Paula notó enseguida sus ojos puestos en ella.
- Buenos días Tamara, ¿has conseguido ver si hay algún proyecto para este mes? - se acercó, dándose cuenta de que su compañera estaba mirando el tablón de anuncios de la facultad.
- Sí, compañera, y no te lo vas a creer, es un preaprendizaje remunerado en una organización que se ocupa de personas con discapacidad. - sonrió mientras esperaba la reacción de su amigo. - ¡Y es el profesor Eduardo quien acompañará a los alumnos seleccionados!
- ¿Me tomas el pelo? Sería maravilloso acompañarle de viaje y además conseguir algo de dinero para pagar mi trabajo y los materiales que tendremos que comprar durante el curso, y mi padre no puede permitírselo.
- Pero sé que tu intención no es sólo estudiar y menos conseguir ese dinero, ¡sé que tu sueño es revolcarte en la cama con ese delicioso profesor! Las prácticas no serán pagadas y al contrario... Tendremos que correr con parte de los gastos.
- Tamara, soy joven y aunque él esté casado, no veo ningún problema en que nos divirtamos un poco. - sonrió Paula.
- A veces pienso que eres muy valiente por atreverte a hacer esto, y más con una beca.
- ¡No puedo dejar de disfrutar de la vida porque nací pobre! - Paula besó a su amiga en la mejilla y se dirigió al aula.
Ese día tendría clase con el profesor Eduardo y también con Robson, este último un hombre de poco más de treinta y cinco años, también casado y muy inteligente, por el que algunos de los alumnos suspiraban, pero que, a diferencia de Eduardo, nunca prestaba atención a ninguno de ellos.
Robson
Estoy casado con Sheila y trabajo como profesor desde hace unos doce años. Tenemos un hijo de siete años que tiene síndrome de Down. Es un niño inteligente que llena nuestras vidas de alegría.
Mi lección de aquel día consistía en seguir la clase del profesor Eduardo y, nada más entrar en el aula, me fijé en una frase que me intrigó...
- Vaya, profesor, ¡pensaba que iba a ceder sus clases al profesor Eduardo! - el comentario provino de una hermosa y joven estudiante llamada Paula, nunca me había fijado en su sonrisa y mucho menos en su desenfrenada forma de actuar.
- No entiendo su pregunta, ¿por qué iba a dejarle mis clases a él? - insistí.
Se quedó muda, desde luego no esperaba que yo respondiera de la misma manera, y los compañeros que estaban a su lado empezaron a reírse y a hacer bromas sobre ella y el profesor Eduardo.
Di mi clase e intenté no prestar atención a lo que decían en paralelo para no distraerme, pero lo cierto es que nada más llegar a la sala de profesores, estuve observando su comportamiento.
Siempre se hablaba de Eduardo en los pasillos de la universidad por sus relaciones con los alumnos. El decano de la universidad es simplemente su suegro y, sin embargo, se atreve a hacer algo así delante de todos sin ningún pudor.
Estaba hablando con otro profesor, mientras yo ordenaba mis cosas fingiendo no prestar atención a lo que decían.
- ¡Estoy esperando a que me den la lista de mis alumnos aprobados para el viaje a Los Ángeles! - sonrió, mientras el otro profesor le devolvía la sonrisa.
- ¡Parece que la chica que se ha incorporado hace poco está interesada en informarse sobre becas y proyectos!
- ¡Tienes que estar hablando de Paulinha! - rió Eduardo.
- Me encantaría aprobarla para que fuera una de mis compañeras de viaje... Por supuesto, ¡una de mis aprendices!
Ese miserable b*st*rd* realmente quería disfrutar de ese viaje para aprovecharse de esas chicas, una chica joven como ella, que tendría edad suficiente para ser mi hija aunque pareciera un poco mayor... Por su ropa s*xy y sus maneras coquetas.
Me fui a casa después de recoger mis cosas y grabar algunas lecciones. Inevitablemente, no dejaba de pensar en su conversación... Unos pasos corriendo hacia mí me desconcentraron.
- Papá, ¡mira el dibujo que te he hecho en el colegio! - Jonás me entregó el papel con unos coloridos garabatos.
- Vaya, mi amor, esto es maravilloso, ¡cada día estás mejor!
Sonrió y le di un beso en la cabeza. Mi mujer sirvió entonces la cena, comí rápidamente y me fui al dormitorio después de ducharme.
- ¿Estás dispuesto a darme un delicioso capricho? - preguntó insinuante.
Sinceramente... no tenía ganas de s*x*, pero recordar sus piernas cruzadas me excitó mucho.
Cedí a las caricias y tuve s*x* con mi mujer, luego fui a darme una buena ducha... No dejaba de pensar en aquel viaje: ¿y si hablaba con el rector y me ponía a su disposición para llevarlos, para que Eduardo no pudiera aprovecharse?
[...]
Después de clase, las chicas invitaron a Paula a tomar un zumo cerca del colegio. Mientras caminaba, meditaba sobre la posibilidad de aquel viaje. El mero hecho de saber que no tendría cosas tan bonitas como las de ellas para llevárselas la dejó desconsolada, pero Paula reconoció que no podía desaprovechar aquella oportunidad única en la vida.
- ¿Qué te pasa, amiga? ¡Te has quedado callada de repente! - preguntó Tamara, observando la tristeza y el silencio de Paula.
- Nada, estaba pensando en el curso del profesor Robson, me he quedado a unas décimas de su nota.
- No sé Paula, a veces creo que se siente atraído por ti.... ¡La forma en que se pone nervioso cuando vas a clase con una falda corta! E incluso su forma libertina de decirte que estudies un poco más.
Paula sonrió, a pesar de no tener el más mínimo interés en Robson, le gustaba ser cortejada y deseada por el s*x* opuesto.
- No me gusta nada, ¡es un amargado insoportable! - replicó ella, cruzando las piernas.
- Creo que exageras, muchas de las estudiantes de la facultad, incluida yo, daríamos lo que fuera por tener una oportunidad con un hombre culto y guapo como él.
- Robson es el tipo de hombre casado que es demasiado fiel y que nunca se atrevería a mantener relaciones sexuales ocasionales con una estudiante. - Paula añadió con seriedad - Tu sueño es más difícil de realizar que el mío, ¡puedo y voy a disfrutar mucho con el profesor Eduardo!
Cuando Paula se metía algo en la cabeza, era difícil que alguien se lo sacara. A pesar de estar casado con la hija del decano de la facultad, que trabaja como psicóloga en la institución, no le tenía miedo a nada. Todos estos obstáculos la hacían desear aún más cumplir este reto sexual.
Al volver a casa, Paula se dio cuenta de que su padre aún no había llegado; el anciano había iniciado una manía por la bebida y el juego. Ya no estaban bien económicamente, y ahora tenían que lidiar con el grave problema de sus adicciones.
Por esta razón, la joven estaba intentando conseguir un empleo trabajando en el comedor de la universidad, pero debido al viaje que tendría lugar en breve, Paula tuvo que renunciar y esperar otra oportunidad profesional.
Unas horas más tarde, llegó su padre y ella le calentó la cena, para después ir a hablar sobre la posibilidad del próximo viaje. Paula había aprendido a lidiar con las frustraciones desde que era joven, lidiando con grandes responsabilidades.
- Quiero pedirte permiso para ir de viaje a Los Ángeles con nuestros profesores, ¡para hacer prácticas con niños especiales! - Paula se acercó a su padre, que estaba visiblemente alterado... Parecía cansado, sin afeitar y con un fuerte aliento a etanol.
- Sabes que me encantaría poder pagarte este tipo de viajes, muñeca, pero desgraciadamente nuestra situación actual no nos lo permite. - respondió, intentando no parecer borracho.
- Antes de que intentes que renuncie por completo a este sueño, al menos escúchame. El profesor Eduardo nos acompañará y habrá solicitudes para los alumnos interesados en participar... Para que me seleccione, ¡sólo tengo que sacar buenas notas y rendir bien en su clase!
- Así que eso no será nada difícil. También puedo intentar conseguirte algo de dinero por adelantado para que puedas comprar algunas cosas para llevar.
- Te prometo, papá, que cuando vuelva, ¡encontraré un trabajo para ayudar con los gastos de la casa! - prometió ella, y ambos sonrieron.
Cenaron y poco después, Paula se fue a su habitación a pensar en su día y en que podía estar corriendo un gran riesgo al querer tener una aventura con el profesor Eduardo, pero su lujuria por él era mucho más fuerte que su sentido común.
El pensamiento la llevó a lugares a los que nunca había considerado ir... Exactamente esa conversación sobre el profesor Robson.
«¡Realmente es un hombre mayor, pero es s*xy e inteligente, pero sus maneras formales me irritan!», pensó.
Paula pensaba que era del tipo machista, basándose en la forma en que trataba a todo el mundo en el aula. También le irritaba que pareciera ser uno de los pocos profesores con los que tenía dificultades en la asignatura.
Sin embargo, esperaba que todo cambiara cuando regresara de su viaje. Tal vez consiguiera enamorar al profesor Eduardo hasta el punto de que le proporcionara material para las siguientes asignaturas.
Había tenido pocas experiencias sexuales, pero las que había tenido le habían proporcionado suficiente sabiduría como para hacer perder la cabeza a cualquier hombre. Incontables veces se había masturbado pensando en el profesor Eduardo mientras se saciaba de ella en su pupitre de la clase.
Tenía los labios más bonitos que Paula había visto nunca, y no entendía por qué Eduardo se había casado tan joven, a los veintiocho años. No era tan joven para estar «atado», pero ella pensó que siendo profesor universitario podría haber disfrutado más de la vida sexual y obviamente a su lado.
Vestida con un juvenil camisón, Paula se acercó a la ventana y de nuevo Robson apareció en sus pensamientos...
- ¡Debe de ser de los que no pueden hacer que una mujer se corra! - sonrió para sus adentros por pensar en algo tan absurdo.
Antes de irse a la cama, echó un vistazo a Instagram. Vio que al profesor Eduardo le habían gustado sus últimas fotos, lo que la alegró. Le gusta que sea un poco descarado con ella, y espera que eso incomode a otras personas que se creen especiales por haber estado con él.
Cuando empezó el curso, envió solicitudes de amistad a todos los profesores. No le dio mucha importancia en ese momento, pero luego recordó que el único profesor que no aceptó su solicitud fue el profesor Robson.
Paula pensó que la mujer de Robson podría ser como él, molesta y celosa. Intentó ver sus fotos en las redes sociales, pero estaban bloqueadas sólo para seguidores. Aun así, le pareció un hombre físicamente agradable, fuerte y aparentemente muy viril. Cierra el ordenador y se va a dormir, con la esperanza de despertarse con más energía.
La joven estudia por las tardes, pero desde hace tiempo se encarga de cuidar de la casa. Esta vida de ama de casa la estresa mucho. Se pasa las horas anticipando mentalmente todas las tareas del día siguiente, intentando organizarse para tener tiempo de estudiar. Paula siente que lo único que le falta es un marido, puesto que ya tiene toda la rutina de un ama de casa.
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No fue mi elección nacer hija de la mafia, pero elegí ser la esposa de la mafia. Después de la muerte de mi padre, mi abuelo era demasiado viejo y vulnerable para defender a nuestra familia de los enemigos de mi padre. Y la única forma de asegurar nuestra supervivencia era que yo me casara con el jefe del poderoso clan Mellone. Mi dote es un pedazo de tierra codiciado por el mismísimo jefe del clan. Yo, Giulia, odio a mi novio. Ya lo he dicho. Lo odio con una pasión feroz, que hace arder mi cuerpo Detesto todo lo que tiene que ver con él: su insufrible arrogancia, su sonrisa burlona, sus peligrosos ojos grises metalizados y su corazón corrupto y vicioso. La forma en que todos se someten patéticamente a cada una de sus palabras y se apresuran a servirlo como si fuera una especie de dios me irrita muchísimo. Pero lo que es peor, odio la vergonzosa forma en que mi cuerpo responde al suyo. Tiemblo por él. La intensidad de mi deseo puro me sorprende y me repugna. ¿Cómo puedo desearlo tan desesperadamente si lo odio tanto? Es como si fuera el mismísimo diablo y me hubiera hechizado.