Vera caminaba con paso firme por los pasillos de la Facultad de Contabilidad. A sus 21 años, era una estudiante excepcional, destacando no solo por sus calificaciones impecables sino también por su carácter amable y su innata capacidad para resolver problemas complejos con una facilidad sorprendente.
Su vida giraba en torno a los libros y las largas horas de estudio, lo que la hacía casi invisible a las miradas de los demás. Una tarde, después de una clase particularmente agotadora, decidió pasar por la biblioteca para encontrar un libro que necesitaba para su próximo proyecto.
Mientras buscaba entre los estantes, una voz profunda y amigable la sacó de su concentración. -¿Estás buscando algo en especial? -preguntó el joven, acercándose con una sonrisa cálida. Vera levantó la vista y se encontró con unos ojos azules que parecían mirar directamente a su alma.
Era Renato, un estudiante de artes cinco años mayor que ella. Conocido por su encanto y su facilidad para hacer amigos, Renato tenía una reputación que lo precedía, aunque Vera, inmersa en sus estudios, no sabía mucho sobre él. -Sí, estaba buscando "Teoría de la Contabilidad Financiera" -respondió ella, un poco intimidada por su presencia. -¡Ah, ese es un clásico! Creo que lo vi por aquí hace un rato mientras se dirigía a uno de los estantes.
En cuestión de segundos, sacó el libro y se lo entregó a Vera-. Aquí tienes. Gracias murmuró ella, sintiendo un rubor subir por sus mejillas. -Soy Renato, por cierto -se presentó, extendiendo su mano. -Vera -respondió ella, estrechando su mano con timidez. A partir de ese momento, Renato comenzó a aparecer en los lugares más inesperados: en la cafetería, en los pasillos, incluso en el parque donde Vera solía estudiar.
Siempre tenía una palabra amable, un comentario ingenioso o una sonrisa que iluminaba su día. Con el tiempo, Vera empezó a sentir una mezcla de admiración y atracción por él.
Renato, con su encanto y experiencia, la hacía sentir especial, vista. Una tarde de otoño, mientras paseaban por el parque, Andrés se detuvo y la miró con una intensidad que hizo que el corazón de Vera latiera con fuerza. -Vera, he estado pensando mucho en ti. Eres una persona increíble, inteligente, y hermosa. Me encantaría conocerte mejor, no solo como amigos, sino de una manera más profunda -dijo, tomando su mano. Vera se sintió abrumada por sus palabras. Nadie había hablado de esa manera con ella antes. La propuesta de Renato parecía un sueño hecho realidad, y sin pensarlo demasiado, asintió con una sonrisa tímida. Los días se convirtieron en semanas, y Vera se sumergió en la relación con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Renato le prometía un amor eterno, lleno de momentos mágicos y promesas susurradas al oído. Sin embargo, había algo en su mirada, una sombra que Vera no lograba descifrar. Pero su corazón, ingenuo y lleno de esperanza, la cegaba a las señales que empezaban a emerger. Una noche, mientras caminaban por la playa, Renato la abrazó con fuerza y le susurró al oído: -Eres todo lo que siempre he deseado, Vera. Prometo cuidarte y amarte para siempre. En ese momento, Vera creyó cada palabra. No sabía que, detrás de esas promesas, se escondía un deseo que nada tenía que ver con el amor verdadero. Renato, con su encanto y carisma, había encontrado en Vera una presa fácil, alguien cuyo corazón podía conquistar para satisfacer sus propios deseos egoístas. Pero para Vera, esa noche era solo el inicio de lo que ella creía que sería una historia de amor perfecta. Una historia que, sin saberlo, la llevaría a enfrentar las verdades más duras sobre el amor, la traición y la verdadera naturaleza de aquellos que pretendemos conocer.