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Amber Ibarra ha vivido con una discapacidad que la ha desafiado tanto física como emocionalmente. Su vida cambia cuando conoce a Juan Rojas, el protagonista, un compañero de escuela que, a pesar de su propio pasado, se convierte en su amigo y confidente. A medida que su amistad crece, también lo hace el apoyo mutuo y los sentimientos entre ellos. La esperanza surge cuando Amber descubre una posible cura para su discapacidad. Sin embargo, las complicaciones no tardan en aparecer, poniendo a prueba su fortaleza y la profundidad de su relación con Juan. "Hasta el último suspiro" es una conmovedora historia de amor, sacrificio y esperanza, donde dos almas encuentran en el otro la fuerza para enfrentar los desafíos más difíciles de la vida.
En un mundo actual, post pandemia, el regreso a la normalidad se siente como un respiro fresco para muchos estudiantes. La Escuela Preparatoria Zona B, Los Robles, ha retomado las clases presenciales con un nuevo ciclo escolar.
El sonido del despertador resonó en mi habitación. Era mi primer día de clases presenciales en la escuela. Después de pasar todo el primer año en casa debido a la pandemia, finalmente iba a conocer mi escuela y a mis compañeros en persona. Me levanté lentamente, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
Me miré en el espejo y ajusté mi cubrebocas. Aunque ya nadie lo usaba, para mí era un escudo contra el mundo, una manera de ocultar mis inseguridades. Salí de casa con mis audífonos puestos, dejando que la música clásica llenara mis oídos y calmara mis nervios.
Al llegar a la entrada de la escuela, tomé una respiración profunda antes de cruzar las puertas. Este era mi nuevo comienzo.
Mientras caminaba por el pasillo y me acercaba más a mi salón asignado, la presión y los nervios subían mucho más. No conocía a nadie, y hacer amigos y ser aceptado para mí eran tareas imposibles.
Cruzando por el pasillo, me encontré con una chica de estatura algo pequeña, con cabello finamente rizado. Logré ver cómo un señor le ayudaba con su mochila; supuse que era su padre. No entendía por qué lo hacía, pero no le di mucha importancia.
Al entrar al aula, busqué un asiento al fondo. Mientras el profesor comenzaba a hablar, no pude evitar notar a la chica de antes sentada un par de filas adelante. Algo en su expresión me resultaba familiar, sentía que ya la había visto antes.
Las clases pasaron como cualquier otro primer día: en cada clase, todos los maestros te hacen presentarte una y otra vez. Es muy aburrido y cliché, aunque algo difícil para la gente reservada como yo.
Estaba tranquilo en clase, intentando seguir las explicaciones del profesor, cuando sentí un toque en mi espalda. Volteé y vi a un chico sentado una butaca atrás a la derecha.
- ¿Puedes pasarle esto a ella? -me dijo, extendiéndome un pequeño papelito.
Curioso por la interacción, asentí y tomé el papel. La chica a la que debía pasárselo estaba justo enfrente, a mi izquierda. Antes de hacerlo, el chico preguntó:
- ¿Cómo te llamas?
- Juan -respondí, devolviéndole la pregunta.
- Uriel -dijo él.
Después de este breve intercambio, me sentí un poco más integrado en la dinámica de la clase. A medida que la lección continuaba, noté que Uriel y yo compartíamos algunas miradas cómplices cuando el profesor no estaba mirando. Parecía un buen tipo, y su gesto de incluirme en esa pequeña tarea me hizo sentir menos nervioso en mi primer día.
Cuando sonó la campana para el receso, me encontré con Uriel en el pasillo. Él me saludó con entusiasmo y me invitó a caminar por el patio de la escuela. Hablamos sobre nuestros intereses, nuestras experiencias durante la pandemia y las expectativas para este nuevo año escolar. Aunque había empezado el día con muchas dudas y ansiedades, la conversación con Uriel me ayudó a relajarme y a sentirme más seguro en mi nuevo entorno.
Durante el receso, me reuní con Uriel como él me había invitado. Nos sentamos juntos y comenzamos a hablar. Me contó más sobre la escuela, los profesores y algunos de los otros estudiantes. Poco a poco, me sentí más cómodo con él, agradecido de que me hubiera incluido desde el principio.
Durante el resto de las clases, pensé en cómo había sido mi experiencia hasta ahora. La pandemia había dejado una marca en todos nosotros, pero estar de vuelta en la escuela y hacer nuevos amigos como Uriel me dio esperanza para el futuro. Aunque llevaba cubrebocas para ocultar mis inseguridades, me di cuenta de que había empezado a sentirme un poco más cómodo siendo yo mismo, incluso en medio de desconocidos.
Al regresar a casa, repasé mentalmente todo lo que había experimentado en mi primer día en la Preparatoria. Aunque aún había mucho por descubrir y ajustarme, estaba agradecido por haber conocido a Uriel y por sentirme un poco más integrado en esta nueva etapa de mi vida. Sabía que este año escolar sería un desafío, pero también una oportunidad para crecer y aprender, tanto académicamente como personalmente.
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