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Mmmm
Mmmm
Ella va a buscarlo y no tarda en volver. Le agradezco de nuevo y salgo de la tienda. El viento y los truenos se han intensificado. Es normal que llueva, pero es la primera vez en mucho tiempo que presenciaré una tempestad en formación. Cuando las primeras gotas de agua comienzan a descender, abro el paraguas y avanzo más rápido. Sin embargo, solo he recorrido dos cuadras cuando me tengo que detener debido a una espesa nube de niebla al frente.
«No... No es real... Es solo el estrés... Los monstruos no existen». Me repito esas palabras al ver una silueta extraña y deforme entre la niebla. Es una figura oscura que se mueve lentamente hacia mí. Parece una persona, pero algo no está bien. Es demasiado alta, demasiado delgada, y sus ojos brillan con una luz siniestra que hace que un escalofrío me recorra el cuerpo entero.
Sea lo que sea, una cosa es segura: no es humana. Lo confirmo cuando la entidad emerge de la niebla, dejando a la vista sus huesos salientes y descarnados, apenas cubiertos por una piel desgarrada. Sus ojos, brillando con una intensidad sobrenatural, reflejan un hambre insaciable y una malevolencia innata. Bajo la lluvia, su presencia adquiere un matiz aún más siniestro, con sus extremidades retorcidas moviéndose de forma inhumana.
Me quedo estática, convencida de que lo que estoy viendo es solo producto del estrés y de la multitud de problemas que me azotan estos días. Sin embargo, cuando está a pocos pasos de mí, eleva una de sus extremidades como si fuera a darme una bofetada y me ataca.
Los panes se desparraman por la calle mientras mi cuerpo choca violentamente contra la rigidez del farol. En ese instante, comprendo que no es un sueño, porque ningún sueño se siente tan real. Maldigo en voz baja cuando un dolor punzante me atraviesa como si tres costillas se hubieran roto y mi cuerpo se desintegrara por dentro.
Intento levantarme, pero mi cuerpo no responde. La criatura se acerca cada vez más, y solo puedo ver sus dientes afilados y sus garras largas. Sé que tengo que hacer algo, o seré su próxima víctima. Reuniendo todo mi coraje, grito lo más fuerte que puedo con la esperanza de que alguien venga en mi auxilio. Mi grito resuena en la calle vacía y la criatura se detiene en seco.
Pero no por mí...
Siento la tierra vibrar. Volteo el rostro y veo que el paraguas que la mujer de la panadería me había entregado se estremece y vibra. Sus piezas, previamente rotas por la embestida de la criatura, cobran vida de manera lenta. Sus fragmentos titilan y se fusionan, transformándose en una hoja reluciente. La lluvia resbala por la nueva forma, destacando la elegancia de la espada recién forjada. Su empuñadura adopta una tonalidad plateada mientras la luz de la lluvia refleja destellos en el acero. Cuando la espada completa su transformación, la convoco con un simple ademán y se desliza hacia mí como atraída por un imán.
Me levanto del suelo empuñándola con firmeza. La criatura ruge con furia y se lanza hacia mí en un ataque feroz. Sin dudarlo, asesto un golpe certero que le cercena una pata. La monstruosidad lanza un chillido agudo de dolor, pero no se rinde. Me golpea con su garra con tal fuerza que me lanza contra la pared.
Me retuerzo en el suelo por el impacto, aturdida y adolorida. Pero la adrenalina me impulsa a ponerme en pie. No voy a morir así. Tengo una familia que me necesita y no permitiré que estas criaturas de mis pesadillas me arrebaten la vida.
Agarro la empuñadura con renovada determinación y espero a que la bestia vuelva a atacar. Cuando está a punto de embestirme, la atravieso con la espada en un movimiento rápido y preciso. Su cabeza cae al suelo junto a su cuerpo inerte.
Mi respiración agitada se va calmando, pero a medida que la adrenalina se disipa, también lo hace mi lucidez. El mundo a mi alrededor comienza a girar y mis piernas flaquean, cediendo bajo mi peso. Caigo inconsciente en medio de la tormenta, empapada por la lluvia y el sudor.
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