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Mary Jonhson regresa a casa después de una noche desconcertante y se encuentra a su novio y media hermana en una situación comprometedora. Abrumada por las emociones, se desmaya tratando de huir de la situación. Al despertar en el hospital, se entera de que debe casarse con el hijo discapacitado de la poderosa familia Miller. A pesar de su negativa, su padre la chantajea con algo que no puede rechazar. Por otro lado, William Miller está más interesado en descubrir lo que sucedió aquella noche que lo cambió todo que en el matrimonio con Mary. Casarse no estaba en sus planes y solo lo hace porque se ve obligado a ello. Pero a pesar de la falta de interés mutuo, ambos se ven enfrentados a una atracción que no pueden ignorar.
Mary Johnson
Siento que mi corazón golpea con furia, a punto de salir por mi garganta, al ver lo que tengo ante mis ojos. Mis piernas tiemblan, incapaz de moverme, de escapar de esta cruel realidad que se presenta frente a mí.
¿Cómo puedo olvidar el momento en que descubrí a mi hermana y a mi novio teniendo relaciones sexuales en mi propia cama?
Es una situación imposible de ignorar, algo que acabo de entender en este instante.
Ellos no me han visto, están tan envueltos en sus propios actos que ni siquiera se dan cuenta de mis ojos que los observan a través de la rendija de la puerta. Pero su ignorancia no durará mucho.
Con todas mis fuerzas, empujo la puerta, haciendo que la madera rebote contra la pared con un estruendoso ruido. Los dos amantes, que ahora me provocan asco, se quedan petrificados, primero, y luego intentan cubrir sus cuerpos desnudos al verme.
-¡Mary! -exclama mi hermana Jennifer, mirándome con lo que parece ser lástima.
Mis manos se aprietan en puños a los costados de mi cuerpo. Mis dientes se presionan con tanta fuerza que me duele la mandíbula y el dolor de cabeza que me persigue desde la noche anterior, se intensifica.
-Mary, ¿qué haces aquí? -interviene Phillip, tratando de cubrir la desnudez de mi hermana, pero sin siquiera molestarse en apartarse de debajo de ella, donde antes disfrutaban de su intimidad.
Mis ojos se llenan de lágrimas. No sé si son de furia o dolor por lo que acabo de presenciar, por lo que esto significa. Solo quiero lanzar un jarrón a sus cabezas y desaparecer de su vista, fingir que no han destrozado mi alma.
Jennifer no me sorprende, de ella puedo esperar cualquier cosa. Su actitud amable y agradable es solo una fachada que yo veo a través de ella, a diferencia de los demás. Pero, ¿Phillip? Él sabe lo profundo del dolor que me ha causado. Y lo peor de todo es que no veo ningún rastro de arrepentimiento en ellos. Se siente como si todo esto fuera una pieza de un rompecabezas que me ha llevado a este punto.
Comienzo a sentirme mal y no logro articular palabra. Quisiera gritarles hasta que les duela, pero mi voz parece haber desaparecido, me siento débil. Niego con la cabeza, mirándolos con reproche, furia y decepción. Pero rápidamente tengo que apoyarme en la pared para no caer, mi cabeza da vueltas y empiezo a sentirme tan mal como la noche anterior.
Doy la vuelta y avanzo por el pasillo, tambaleándome. Necesito salir de aquí. Necesito alejarme.
Mi vista se nubla y escucho vagamente que alguien me llama desde atrás. Si son ellos, tengo ventaja, ya que ambos están desnudos y no pueden correr tras de mí.
Pero apenas llego a la siguiente manzana, mi cuerpo colapsa y todo se torna negro a mi alrededor.
(...)
Abro los ojos de golpe. El impulso de huir vuelve a apoderarse de mí y aunque no sé dónde estoy, intento moverme.
Unas manos me detienen con firmeza y al mirar a mi alrededor, me quedo helada al ver a las dos personas que menos quiero encontrar en este momento. Ana y Raphael Johnson me observan como si realmente les importara, como si estuvieran genuinamente preocupados por mí. Pero yo sé que hay algo más detrás de sus intenciones.
Mi padre y su esposa, esa madrastra que encaja perfectamente con el papel de villana, nunca han tenido buenas intenciones hacia mí. Pueden ahorrarse esta falsa preocupación.
-Qué felicidad que hayas despertado, Mary, estábamos preocupados por ti.
Esas palabras salen de la boca de mi madrastra, y siento una rabia incontenible que casi me hace gruñir.
-¿Qué quieren ustedes? -pregunto sin mostrar ninguna expresión amable, manteniendo una actitud apática.
El rostro de Ana se enrojece de indignación. Aprieta los labios en una fina línea.
-Chiquilla malagradecida, siempre tan mordaz. Tu padre y yo solo queremos asegurarnos de que estés bien, pero siempre te empeñas en ser rebelde. Nunca has entendido que nos amamos y que debes olvidar el rencor hacia tu madre. Eso debe cambiar -declara mientras da un paso adelante y levanta la barbilla. Yo aprieto mis puños y frunzo el ceño, sintiendo una rabia arder en mi interior.
-En tres días te casarás con William Miller. Tu hermana Jennifer y Phillip se han enamorado y serán felices juntos, por lo que debes cumplir con el compromiso con la familia Miller. Es un honor convertirte en parte de esa familia tan distinguida -continúa.
Primero siento horror, luego suelto una carcajada.
-¿Honor? Todos saben que William Miller está en silla de ruedas, ¿no es cierto? -recalco, intuyendo el motivo por el cual me están imponiendo esto.
Ana aprieta los dientes antes de responder con ironía.
-Por esa razón tienes la oportunidad de ser su esposa -me mira de arriba abajo-, siendo honestos, no mereces a alguien tan poderoso, pero debes cumplir con el compromiso.
-Y entonces, ¿qué hay de tu hija que sedujo a mi novio? ¿Crees que soy tonta? -cuestiono.
Dirijo mi mirada de Ana a mi padre. Él permanece serio, mientras que mi madrastra está a punto de explotar. Aunque logra mantener la compostura ante su amado Raphael.
-No me casaré, me importa un comino el compromiso que hiciste años atrás -enfoco mi mirada en mi padre, recibiendo de él la misma expresión fría.
Cuando abre la boca, sé lo que va a decir.
-Aunque tenga que arrastrarte hasta el altar, te casarás con William. Formarás parte de la familia Miller y cumplirás el compromiso que hice. ¡Lo harás y no habrá discusiones! La boda es en tres días. -Su voz suena despiadada, sin rastro de sentimiento paterno.
Muerdo mi mejilla interior, no por el dolor de sus palabras, ya que su opinión no me importa desde hace mucho tiempo, sino por la ira que me recorre al analizar la situación.
Está claro que Ana aprueba la actitud de su marido y la relación de su hija con Phillip. Aunque sea de la familia Miller, sé que ella considera a un lisiado, como alguien inferior a la que llama perfecta hija.
Mi media hermana es una arpía ambiciosa y caprichosa.
-Mary, William es un buen hombre, solo tiene una condición física debido a un accidente. Deberías estar agradecida con tu padre -intercede Ana.
Le lanzo una mirada llena de odio a esa mujer que tanto detesto y estrecho los ojos.
-Si es tan bueno y siempre ha sido para Jennifer, ¿por qué tu hija se involucró con un hombre que no le correspondía? ¿Por qué lo permitiste? Estoy segura de que tú estás detrás de todo esto, ya que el accidente de William fue reciente, ¿verdad? Y el compromiso se hizo años atrás -argumento.
Ana vuelve a enfurecer, pues sé que tengo la razón. Mi padre no interviene.
Sin embargo, antes de que pueda decir algo más, Jennifer aparece con una expresión de pena.
-Mary, por favor, no pienses mal. Phillip y yo estamos enamorados, él solo quería protegerte y esperaba el momento adecuado para decírtelo. No lo culpes, él solo me amó desde que nos vimos -ruega.
-¡Esto es el colmo! -exclamo, mirando a mi media hermana con estupefacción, sin poder contener mi indignación-. ¿Te atreves a venir aquí y actuar como una santa? El amor, qué chiste... No seas ridícula. Eres igual que tu madre, así que no esperes que pueda creerte.
La imagen pulcra y conmovida de Jennifer desaparece. Desde la puerta me mira con odio y entra en la habitación. En tres pasos llega a mí y, sin previo aviso, me arranca la blusa que llevo puesta, dejando mi pecho al descubierto. Su rostro triunfante revela que sabe exactamente lo que mostrará a los demás.
Marcas de chupetones. Marcas de las cuales no tengo recuerdo de dónde provienen. La noche anterior es un borrón en mi mente.
-¿Estás hablando de mí? Porque tú eres una zorra, lo dejaste claro anoche aunque Phillip ya sabía cómo eras -me mira con repugnancia, su labio levantado con asco-, hay pruebas de lo que eres, deberías agradecer que aún te tienen en consideración.
Estoy lista para levantarme y enfrentar a esa arpía cuando mi padre interviene. Su voz me deja paralizada en su lugar.
-No se te ocurra o Jason sufrirá las consecuencias -su amenaza hace que mi alma se desplome a mis pies. Me derrumbo en un instante.
Me giro para buscar en el rostro de mi padre algún indicio de broma, de un intento por llamar mi atención, pero solo encuentro la amenaza en su mirada.
-No te atreverías -murmuro entre dientes, con rabia quemando todo mi ser.
Mi padre arquea una ceja. A su lado, Ana extiende una mano para que Jennifer se coloque a su lado.
Un frente unido y corrupto es lo que forman. Bajos.
-Ponme a prueba -es lo último que dice mi padre antes de marcharse.
Ana lo sigue, y solo Jennifer se queda unos segundos más. Me mira con arrogancia.
-¿Quieres saber qué pasó anoche? -se burla.
Mi corazón late con furia al escucharla y mi respiración se vuelve pesada. Tengo presentimientos que desearía que no fueran ciertos.
-Es una lástima que pienses tan mal de mí. Podría decirte quién te marcó como ganado, pero simplemente no tengo ganas -suelta una carcajada y se aleja. Aprieto mis puños y bajo la cabeza, las lágrimas de rabia se acumulan en mis ojos.
Hasta que algo brilla en mi dedo. Un anillo con un rubí, cuyo origen desconozco.
-¿Qué significado tendrá esto?
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