Mi madre debe haber pedido algun préstamo porque los ahorros de su vida no sirven para semejante caserón, o algun conocido debió haberle dado algo a cambio de sus servicios. Observo mi alrededor sin entender ¿Por qué tan grande? ¿Por qué aquí en California?
Este será el comienzo de una nueva vida.
-Sara, llegaron los camiones, puedes desempacar tus cosas-me dedica una sonrisa melancólica mientras la observo como lleva el labial corrido.
-Okey madre, desepacaré, tu solo dedicate a lo tuyo-baja la cabeza y da un largo suspiro, en ese momento paso por su lado, pero antes de que llegue a la puerta me retiene agarrandome el brazo derecho con cierta sutileza, miro la puerta con cautela antes de que diga algo.
-Sé que te preguntas ¿Por qué estás aquí?¿Cómo conseguí esto? La respuesta es simple corazón-me da vuelta y quedamos cara a cara-He conseguido esto gracias a un viejo amigo, él la estaba ofertando y como nosotras necesitabamos salir de aquel lugar y lo sabes-mete un mechón de cabello detrás de mi oreja-No nos podiamos quedar más ahí, por él, por tu padre-baja la mirada y una lágrima rueda por su mejilla.
Nunca me a gustado ver a mi madre llorar, nunca-¡Hey! Verás que él aquí no nos encontrará-le doy una sonrisa tranquilizadora y sus brazos se enrollan en mi cintura.
Vaya eso no lo ví venir.
Empiezo a reír y la separo un poco de mí, con cuidado limpio sus lágrimas-Venga, bajemos las cosas-nos encaminamos a el camión y bajamos cajetas grandes, pequeñas y le pedimos ayuda a los camioneros para bajar los muebles pesados.
-Póngalo ahí-señala mamá en una esquina de la sala-Se verá perfecto verdad, Sara-ruedo los ojos divertida, sonrío y asiento. Me recuesto de una pared y solo me queda observar como mamá le da el pago a los trabajadores, rápidamente estos salen y desde adentro solo se escucha como se alejan lentamente por la carretera.
Mi estómago ruge y mi madre se percata de ello, sonríe-¿Qué tengo en la cara para que te burles de mí?-hablo seria, pero hasta yo en mi interior muero de risa por mi tono de voz.
-Ya que tu tienes hambre y yo tengo hambre, estrenaremos la cocina-da pequeños saltitos.
El fuerte de mamá siempre a estado en la cocina por lo que no me impresionaria si aquí se vuelve chef-Vamos mamá, pero antes, ¿puedes decirme donde está el equipo de sonido de esta inmensa mansión?
Rasca su cabeza -Se me olvido... Llamaré a Wade, esperá aquí-señala el lugar.
-¿Dónde más Elizabeth? -niego divertida.
-No me tardo-sale disparada del lugar.
-Madre ¿te ayudo?-grito lo más fuerte que puedo y es cuando la escucho bajar hablando por su móvil-Sí... O es que lo había olvidado... No, no te preocupes... Está bien, nos vemos luego... Adiós-una mirada juguetona se cruza por sus ojos y sonríe en gran manera.
-¿Desde cuándo te crees adolecente? -niego -ven vayamos a la cocina, muero de hambre-recuerdo el nombre del tal susodicho y mi curiosidad comienza-Mamá ¿quién es ese conocido tuyo, Wade?-cuestiono.
-Es el que me regaló esta hermosura de mansión-da una media vuelta y llegamos a la famosa cocina-Cierra la boca Sara, se te entrarán moscas-achico mis ojos. A veces pienso en que si de verdad es mi mamá, se parece más a una mejor amiga o hermana.
Ojos azul profundo grandes, cuerpo perfecto tanto que diría que tiene como veintiocho años cuando en realidad tiene cuarenta y seis, cabello chocolate claro y sus curvas. Me asiento en uno de los taburetes de la cocina, veo a mi Elizabeth conectar su móvil en un dispositivo USB al lado del botón de encendido y la cocina se llena de un ambiente claramente divertido.
-Oye madre ¿puedo ayudar?-me levanto, pero voltea y me mira seria.
-No, no puedes, la última vez que me ayudaste quemé la pasta por estar jugando, ahora si me disculpas no quiero hechar a perder el almuerzo. Y por cierto, ponte algo bonito porque hoy viene Wade, cenará con nosotras- como si me importara vestime bien para un viejo verde forrado en dinero-Sé lo que estás pensando, pero no, no es viejo, es sexy y guapo y apuesto y...
-¿Será mi nuevo padre?-Pregunto divertida.
Niega-Es muy tipo adolescente adulto grande, apenas tiene veinticuatro-muy nuevo, eh.
-Bueno si tanto te interesa esa cena, iré a desempacar y vestirme como tal- asiente y sigue con el almuerzo.
Salgo de ahí y me aproximo a subir, camino hasta el fondo del pasillo y tiro de la manija para entrar en mi hermoso dormitorio.
Es azul oscuro, amplio, con un ligero toque de elegancia. Desgraciadamente solo tengo mis cajetas y tengo que desempacar, no tengo cama, tampoco un armario o una peinadora; de nuestra antigüa casucha solo pudimos sacar los muebles de la sala, cosas de cocina, cuadros, bueno en realidad casi todo, solo faltaron algunas cosas electrónicas y nuestras cosas grandes. Teniamos que salir antes de que él llegara y la golpeara hasta cansarse porque no le fue bien en su trabajo, ya no lo toleraba más, quería asesinarlo y gracias a eso y a los innumerables golpes que recibió mi madre, planeamos una escapatoria con anterioridad y aquí estamos, lejos de él.
Olvidando todos los recuerdos negativos, busco entre las cajetas algun vestido corto y lindo con un ligero toque de sensualidad; si mi mamá dice que me arregle es por algo, aunque aún pienso que es un adulto con cara de viejo forrado en dinero. Busco y busco hasta que doy con uno negro con cinco dedos más arriba de la rodilla, no es tan sensualidad de arriba, pero tampoco tan anciana y en el centro lleva un hermoso cinturón de pedrería.
Esto debería estar bien para mi madre. Salgo de mi bellísimo cuarto y tras de mi cierro la puerta negra, llevo el vestido colgando atrás de mi camisa, corro por el pasillo hasta las escaleras y bajo de dos en dos los escalones.
Aspiro fuerte y mi estómago ruge nuevamente ante tan delicioso aroma. Corro lo rápido que mis piernas me hacen correr y entro de golpe a la cocina haciendo que Elizabeth se asuste y lleve una mano a su corazón.
-Lo siento, Elizabeth-aspiro nuevamente -Eso huele delicioso y mi estómago está más pegado que las veces que teníamos que esperar a las doce un veinticuatro de diciembre-digo agitada y emocionada por comer algo.
-Si, sabía que tenías hambre por el amor a Dios, pero no tenías que entrar así, me asustaste pendejita-camina hacia a mí y toca mi nariz en una pequeña caricia con su dedo índice.
-Bueno Elizabeth, sirve la comida que tu hija tiene hambre-mando con voz autoritaria.
-Lo que usted diga hija gruñona, aunque yo debería ser la que está en esa posición y tú en esta-entorna sus ojos y camina hacia la alacena.
-Nada de eso, sabes que si lo hago, todo sería un desastre-la señalo con mi dedo.
Coloca un plato de pasta frente a mí y con ansias empiezo a deborar mi comida. Ella me mira con nostalgia y preocupación; limpio mis manos con mi pantalón y tomo las suyas entre las mías; rápidamente cambia su aspecto y se hace a un lado para comer tranquila.
-Y Elizabeth, dígame como fue que conoció a ese tal Wade para darle las gracias por esto-señalo a mi alrededor.
-Pues, ya sabes-agacha la mirada y en acto seguido me vuelve a mirar.