img VENUS: Lujuria y deseo  /  Capítulo 3 Capitulo 3 | 60.00%
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Historia

Capítulo 3 Capitulo 3

Palabras:2929    |    Actualizado en: 25/12/2022

n mano. Me coloqué los auriculares para no alertar a nadie con los ruidos. Necesitaba verlo una vez más, aunque sabía que luego lo borraría y me sentiría culpable durante varios días. En cuanto

miento constante que castigaba el sexo de mi amiga, el cual me quedaba en incógnita al estar cubierto por la bombachita de algodón; sólo podía imagina

dido clítoris con la punta de mis dedos, una fría línea vertical de placer cruzó todo mi cuerpo. Por mímica comencé a tocarlo, tal y como Lara lo hacía en el video. Al poco tiempo sentí la humedad de mi sexo, eso me fascinaba en secreto; pocas veces lo admitía, pero me agradaba mucho tenerla mojada y poder tocarla libremente, algo que casi nunca ocurría. Estimulé mi almejita hasta igualar el ritmo de ma

las rodillas, levantándolas. Mi clítoris estaba erecto, como si hubiera querido salir para ver qué ocurría. Tal vez se preguntaba por qué lo despertaban de su largo letargo. Mis rugosos labios vaginales contrastaban un poco con mi blanca piel. Los acaricié cubriéndolos con mis flujos y volví a estimular mi clítoris. Una de las reglas que me impuse, por si llegaba a masturbarme, era hacerlo externamente; tocando sólo por fuera. Pero esta vez violé esa

mi espalda levantándola del colchón, quedando sólo apoyada con los pies y la cabeza; movía frenéticamente mis dedos escuchando levemente el chasquido que producían; tensaba mi cuerpo y me erotizaba poniéndome en diferentes posiciones, de lado o boca abajo. Mis dedos entraban y salían con la misma frecuencia con la cual Lara gemía, especialmente en esos últimos segundos fr

había masturbado pensa

dola. Sí, eso era.

do al fútbol y lo imita para poder hacerlo igual, nada más. Aprend

no debía tocarme; pero no significaba que tuvi

ba un juego limpio en mi cuarto. Apagué el teléfono; ya no quería tocarlo, lo guardé dentro del cajón de mi mesita de luz como si el aparato fuera la mismísima caja de Pandora y el

i camino. Encontré una pequeña capilla a la que nunca había entrado, a pesar de que estaba a tan sólo cuatro cuadras de mi casa. A mi madre no le agradaba que concurriéramos a este tipo de lugares, siempre inventaba alguna buena excusa; sin embargo yo sabía muy bien

rohibido y tentador, no era mi culpa que éste estuviera entre las piernas de mi mejor amiga. Cuando me arrodillé detrás de un banco intenté hacer memoria y ser lo más honesta posible conmigo misma. Recordé ocasiones en las que miré fijamente los pechos de alguna de mis amig

mbién sentí la gran angustia por haber caído en la tentación; pero lo peor de todo fue que ella me descubrió al entrar al cuarto de baño sin llamar a la puerta. Me vio sentada sobre el inodoro, con el pantalón bajado hasta las rodillas y mi mano derecha frotando intensamente mi clítoris. No pude disimular en lo absoluto. Ella se apresuró a disculparse y me dijo que siga tranquila, acto seguido abandonó el baño. Allí fue cuando sufrí una de mis grandes contradicciones emocionales, si bien me moría de la vergüenza, la escena me pareció impactante y morbosa que en lugar de detenerme, seguí haciéndolo con más ímpetu. Por suerte mi prima no es tan fanática de la religión como lo son los demás miembros de mi familia y ella se lo to

video de mi celular, pero ni siquiera quería ver el archivo para no volver a caer en la tentación. Mi Smartphone estaba protegido por contraseña por lo que solamente yo

e el estudio o mi familia como excusa; pero supe que mi reacción carecía de fundamento lógico, al fin y al

largo; pero con eso ambas entendíamos de qué hablábamos– falta poco para el

nos temas me cuestan bastante, la

sos, pensé que esa iba

ón de que es sumamente aburrida y monótona; pero con matemáticas nunca me ll

, pero me defiendo bastante bie

ue ardua, no tuve siquiera tiempo de pensar en otra cosa o de mirarle el cuerpo de forma extraña; además su perrito Puqui se encargaba de hacerme la vida imposible. El muy desgraciado adquirió como pasatiempo morder la parte baja de mi pantalón sin previo aviso o provocación alguna. Aunque se tratara de un perrito tan pequeño, me asustaba bastant

n su casa. Luego de la llamada a mis padres avisando que dormiría en el humilde hogar de una amable familia católica apostólica y romana, procedí a degustar los alimentos kosher. Me sorprendí mucho porque estaba todo muy sabroso, aunque no conocía los

ía que vivían en una buena posición económica; aunque no tanto como la de mi familia. No le pregunté para no inmiscuirme en su vida privada, pero le hice notar lo cómoda que me sentía al

rato, como una chica normal; pero mis inquietudes reaparecieron cuando nos d

bulos, frente a mis propios ojitos de niña inocente. Verla semidesnuda en el video podía ser manejable, además ni siquiera había visto su rostro así que de a ratos olvidaba que se trataba de ella, pero esta vez me costó mucho más reprimir malos pensamientos ya que la tenía delante, de c

icas, no había ningún problema, tampoco era la primera vez que veía a una mujer semidesnuda. Como si fuera lo más normal del mundo, me despojé de mi pantalón. Lo terrible era que mi bombachita blanca transparentaba mucho mi vello púbico. Con mucho me refiero a realmente mucho, la tel

aba la música a alto volumen y odiaba mis preferencias musicales; ella no entendía cómo a mí no podían gustarme los coros de la iglesia o la música clásica, no es que me disgustara todo eso, pero yo prefería el rock, especialmente aquel de aspecto sombrío. Uno de los motivos por el cual me llevaba tan bien con Lara es que teníamos algunas bandas en común dentro de nuestro re

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