ista de El
ar, el silencio oprimiéndome, amplificando el vacío interior. Mi confrontación con Emma no había producido nada más que una s
e rastrear. Era de Héctor. Mi hermano. Sus mensajes s
. Se confirma aborto falso. Tu es
entira para justificar su crueldad, para exigir la interrupción de nuestro hijo. La rabia, que
allí, enmarcado en la puerta destrozada, su silueta amenazante contra la luz que se desvanecía. Sus ojos no solo estaban roj
sa, densa y sofocante. Los segundos se alargaron hasta convertirse en una eternidad, cada tic-tac del reloj de pi
amiento antes de que estuviera sobre mí, estrellándome contra el lujoso sofá de terciopelo. Su peso me inmovilizó,
ciéndome, pateando, pero su agarre era de hierro. Era m
Un monstruo. Desgarró mi ropa, rasgando la blusa de seda, exponiendo mi piel. La
se tambaleó, retrocediendo a la oscuridad de la cabaña, los hombres sin rostr
mi voz débil, suplicante. "¡No me
o te toque?", gruñó, su voz un rugido gutural. "¿Crees que tienes
mis nervios en carne viva. "¿A quién inten
er cuchilla. Atravesaron las capas de mis defensas cuidadosamente const
de veneno. "Después de todos esos días... todos esos hombres.
is ojos muy abiertos, las pupilas dilatadas por el shock. Las palabras
lo de incredulidad. Necesitaba que lo repitiera. Necesitaba saber qu
uñecas se aflojó, sus ojos vacilaron. Pero desapareció tan rápido como apareció, consumido por el infierno ar
o lo sé? ¿Crees que no me lo pregunté? ¡Quince días, Elisa! ¡Quince
ía atormentado mis pesadillas más oscuras, la que h
rudo y animal. Me agité salvajemente, las lágrimas cegándome, mis manos agitándos
r vibrando con un odio puro e inalterado
ma. Había tomado lo único que pensé que siempre protegería, el único secreto que había jurado escudarme, y lo había usado como un arma.

GOOGLE PLAY