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vertí en una simple y olvidable estudiante de cine. Me enamoré perdidamente de S
una carnada para proteger al verdadero objeto de su
uto a la memoria de mi madre- y se la dio a Camila para que la reclamara c
n video ante todo el auditorio, tachándome de ser una
tó, mientras la multitud
hacia el podio, mi v
a una Zamora de s
tara en el aire antes
escalera. Yo
ítu
Eva
propia tragedia de mi madre. Su belleza, su fama, se habían convertido en su perdición. Un foco mediático implacable, un acos
Usé maquillaje, una máscara cuidadosa, para suavizar mis rasgos, para desdibujar mis contornos. Me volví olvi
hombres, demasiado agresivos, la acorralaron. El instinto se apoderó de mí. Intervine, una chi
lo oscuro y ojos afilados, del tipo de belleza que te roba el aliento. Me miró, un destello d
bía. No
quién era y se dispersaron. Santiago Cantú, el notorio playboy, heredero de una fortuna de nuevos ricos de la que todos habla
iaba sentir cualquier cosa que me hiciera visible. Pero él
e gustaría. Mis intentos eran torpes, un marcado contraste con el glamour sin esfuerzo
l café. Me miró, una lev
ijo-, sie
oqueteaba, a veces. Estaba perdida. L
reuní tod
me gustas,
peraba una risa, un rechazo. Él er
encontraron
Luego añadió-: Pero tienes que ace
. No me importaba qué era "
un segundo. Le prometí
or él. Pensé que era solo el precio de amar a alguien como Santiago. Luego vino el secuestro. Fue aterrador. Estaba magullada, conmocionad
os muy abiertos por el miedo. Santiago era un hombre diferente con ella. Su ira, su protección, era cruda,
ecía derrotado. Me dijo la verdad. Camila había sido atacada antes
go, con la voz amarga-. Necesitaba a a
r. Se trataba de ella. El fantasma de mi madre susurró en mi oído. Fui un
uidadosamente construida. El disfraz se había ido. Simplemente ya no me importaba. Cuando llegué a mi dormitorio, Sant

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