Eva
ndo algo, sintiéndome más invisible que nunca. Estaban jugando a un juego tonto. Verdad
largo y vergonzoso. La multitud comenzó a corear nombres. Mi nombre. Y el de Cam
e Santiago a mí. La sonrisa habitual de Santiago había desaparecido. Su expre
igió
ó en vítores, pero se sentía como una risa burlona. El
! -Miró mi rostro simple con disgusto-.
samente construido había sido destrozado, no por la belleza, sino por el desprecio. Me levanté,
o. Era una cosa barata y genérica, como todo lo que usaba para esconderme. Lo rasgué, la tela rompiéndose
ortalmente tranquila. M
, agarrando mi brazo, su ros
, Eva? ¿Qué e
ciste tu elección, Santiago. La pro
tensa-. Estaba teniendo un episodio. No
za desechable en tu teatrito? -Hice una pausa, forzándome a mirarlo a los ojos-.
o, siempre. Habría sacrificado a cualquiera, cualquier cosa, para mantener
Él no me veía. Nunca lo había hecho. Nunc
y comencé a camin
o nuestro se acaba! -Su voz fue u
segundo. Una sonrisa
s" en lugar de "te amo", Santiago -dije, sin darme la vuelta.
que volvía a gritar mi n
tranquilo, las farolas proyectando largas sombras. Miré mi reflejo en un charco oscuro. E
s ojos. Fue mi belleza lo que la condenó. Mi belleza lo que casi me condena a mí. Por eso me escondí. P
sona que desesperadamente quería que me viera. Era una broma cruel. Esconderme
aqué mi teléfono, mis dedos temblando mientras revisaba mi
rré al teléfono-. Q
ue no necesitaba un trabajo. Los otros estudiantes chismorreaban sobre m
aceptada. Mi documental sobre mi madre, mi tributo silencioso y personal. Un destello de orgu
Soto. En el escenario. Aceptan

GOOGLE PLAY